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Y es aquí donde se preparaba para el momento crucial, el momento donde sabría si Aristóteles correspondía su sentir o le diría que la verdad prefería regresar mil veces con el mismo idiota que lo engañaba y le hacía sentir basura  a salir con él, ...

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Y es aquí donde se preparaba para el momento crucial, el momento donde sabría si Aristóteles correspondía su sentir o le diría que la verdad prefería regresar mil veces con el mismo idiota que lo engañaba y le hacía sentir basura  a salir con él, si, definitivamente este era el momento.

— ¿Qué carajos estás usando Mateo?, parece ropa que sacaste del tianguis del sábado

O bueno, tal vez no.

— Yo... fue Diego — Acuso al rubio antes de que le fueran a cerrar la puerta en la cara.

El oaxaqueño negó con una sonrisa burlona, como aquel que quiere burlarse hasta que no pueda más pero que, para prevenir un putazo, se aguanta — Pareces un payaso emo — Se burló

— Admito que no fue la mejor idea — Aquello se había salido de lo planeado, pero aquello poco le importaba al judío, había conseguido que el menor le sonriera y aquello era mucho — Yo, quería, ya sabes...

Aristóteles se permitió recargarse en el marco de la puerta a la par que su sonrisa se ensanchaba — No, no sé Mateo

— ¿Q-quieres ir por un helado? — Tartamudeo, el rubio, si es que le oía, se estaría burlando de su tartamudeo y le cambiaría el apodo a tartamudo

El Corcega iba a responder con una afirmativa, pero algo llegó a su mente, como si quisiera joderle la vida.

"Mateo solo te quiere para molestarme, jamás le llegaste a importar y la única razón por la que te habla lindo es para llegar a mí."

Su sonrisa desapareció, aquello fue obviamente notado por el judío que trato de acercarse a este causando que el Corcega retrocediera por inercia.

— T-tengo cosas que hacer — Mintió, sin notar que, detrás suyo, los hermanos Reynoso veían expectantes la reacción del menor — Otro día tal vez.

— Aristóteles, ¿acaso te hice algo que te molesto? — Pregunto por fin, por qué SI había algo malo en el menor, por más que quisiera hacerse de la vista gorda, por más que quisiera creer aquello, sabía que algo sucedía, algo malo que cada vez le molestaba más

— No es eso — Negó, tratando de quitarle el peso de algo que no había hecho, ¿o tal vez si? — Solo...no es nada importante

— ¿Es Cuauhtémoc?

La pregunta descolocó al oaxaqueño, trato de mantener la compostura, quiso mantenerla, pero la realidad es que, cada vez que le veía, cada vez que oía su voz o oía a alguien hablar de él, sentía una opresión en su pecho.

Por qué, por más dolor que le hubiera causado el poblano, aún había rastros de aquél cariño en su ser, como si los buenos recuerdos que habían tenido juntos se siguieran aferrándose a su ser, los cuales, anexados a las duras palabras acerca del judío (las cuales eran ciertas, aunque aún no lo supiera) y al enamoramiento que sentía por este último, habían imposibilitado cada intento por seguir como antes con el judío.

Tal vez debería por fin soltarlo, decir todo lo que sentía por el poblano, como se sentía después de todo esto, dejar salir todo lo que tenía guardado desde hace meses, gritar a los cuatro vientos todo lo que quería sin pensar que esa persona le vería como un exagerado que se hacía la víctima.

Y ahí estaba Mateo, extendiendo su mano y entregándole su apoyo, su confianza, su tiempo y su atención, ahí estaba él.

— Si — Respondió por fin, sintiendo el nudo en su garganta desvanecerse.

— ¿Quieres hablar sobre ello, Aris?

Simplemente asintió permitiéndole entrar a la casa y a su vida, sin importarle como iba vestido, ni el pasado que habían tenido, ahora solo eran Mateo y Aristóteles, nada más que eso.

"Y aunque su amor dejo una llama prendida, estás a un beso de poderla olvidar."

"

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Rompiendo el Aristemo (Aris x Mateo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora