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— Te dije que no te quiero cerca, déjame en paz

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— Te dije que no te quiero cerca, déjame en paz

— Por favor Aris, solo te pido una oportunidad para remendar mis errores — Suplicó el judío, algo que, para cualquier persona cuerda, sería algo imposible de ver a menos que estuviera demasiado desesperado o drogado, siendo la primera de estás la correcta

— Te dije que no — Respondió el oaxaqueño empujando al mayor y saliendo del aula, claro, sin antes voltear a ver al judío; ojos ojerosos, cabello mal peinado, ropa elegida al azar que hasta un vagabundo tendría mayor sentido de la moda que él y una mirada que le recordaba a él, aún así, no desistió — Y deja de llamarme Aris, tú y yo ya no somos nada — Ordenó antes de salir

Dos semanas, exactamente dos semanas llevaban haciendo este mismo proceso, Aristóteles se quedaba solo unos instantes en los cuales Mateo trataba de solucionar las cosas con él, lamentablemente había tres cosas que podían suceder por ello: la primera era que llegarán Carlota y Diego para llevárselo, la segunda era que Cuauhtémoc también hiciera la misma acción que causará el descontento del oaxaqueño y tanto en esta como en la tercera, se fuera del aula.

— Yo que tú dejaba de insistir, Aris no te va a perdonar jamás

— Eso es algo que a ti no te incumbe — Expreso con molestia — Además, si tanto hablas de ello, deberías ser el primero en dejar de insistir, yo me veo mal por andar suplicando un perdón que no merezco pero tú te ves peor por andar de perro faldero buscando una segunda oportunidad después de haberte acostado con varios de la universidad y haber hecho un escándalo solo por qué por fin te abandono

Cuauhtémoc callo, aquello había sido un golpe bajo y, si fuera un poquito benevolente, le hubiera dado pena pero la verdad es que se sentía feliz de por fin cerrarle la boca una vez en la vida, ya le tenía demasiados harto como para soportar su mera existencia.

— ¿Sabes qué es más probable que los cerdos vuelen a que algún día te perdone, cierto?

— Si, lo tengo demasiado entendido y aún así voy a buscar la manera en que me perdone, así sea la último que haga — Expresó antes de salir del aula, no quería saber más sobre Cuauhtémoc, de eso estaba cien por ciento seguro.

En efecto, Aristóteles se había ido de ahí, probablemente con Carlota o Diego, suspiro tratando de calmarse, debía buscar una manera de obtener su perdón una vez, sólo una y, como si tuviese alguna iluminación divina, le llegó una idea.

"No pierdes nada en intentarlo" — Pensó para sí antes de seguir su camino hacia la casa de alguien que le conocía perfectamente y a pesar de sus errores siempre le ayudaría.

Su madre.

— Ya mamá — Se quejaba tratando de forma fallida que su madre dejara de pegarle con la chancla en su cabeza

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— Ya mamá — Se quejaba tratando de forma fallida que su madre dejara de pegarle con la chancla en su cabeza

— ¿¡Cómo se te llego a ocurrir hacerle eso a alguien Mateo!? — Cuestionaba molesta su madre sin dejar de usar su chancla

No, no era por que fuera a Aristóteles, aquello solo le había molestado más, sino por qué se había atrevido a hacer eso a una persona que no tenía nada que ver con su disputa con alguien.

— Se que lo que hice esta mal, entendí que estaba haciendo mal después de unos días de haber iniciado con aquello pero mi odio hacia Cuauhtémoc fue mayor, se que lastime a Aristóteles y me odio por haber hecho aquello

Si, definitivamente era difícil para una persona el aceptar que había hecho mal, al menos así lo veía Mateo, pero si quería el perdón del oaxaqueño debía dejar de lado aquello.

— Mamá, quiero que Aristóteles me perdone, se que no merezco su perdón pero aún así quiero intentarlo, por ello he venido, por qué necesito un consejo tuyo

— ¿Por qué debería darte un consejo?, dejando de lado que seas mi hijo, has lastimado a ese muchacho demasiado, ¿cómo tengo la certeza que no usarás aquello para lastimarlo más?

Desconfianza, su madre jamás había desconfiado de su persona hasta ese día, le dolió pero prefirió aguantarse aquello, se lo merecía.

— Por que amo a Aristóteles y muy tarde entendí que quería estar con él y no para molestar a Cuauhtémoc, por favor mamá, ayúdame

Oh las madres, siempre tan buenas, no importaba que sus hijos fueran culpables, ellas siempre buscarían la manera de ayudar a sus pequeños; ese era el caso de la madre de Mateo que amaba demasiado a su hijo y le dolía verlo así de mal por el oaxaqueño.

— Te ayudaré hijo, pero si me entero que te atreviste a lastimarlo de nueva cuenta, que nuestro Dios te perdone pero yo no lo haré más, ¿has entendido?

— Lo entendí perfectamente pero te aseguro no volverlo a hacer jamás en mi vida

— Entonces vamos, esto será muy largo hijo

Y esa tarde, a la par que tomaban café, la madre de Mateo le dió decenas de sugerencias para obtener el perdón del menor.

Y esa tarde, a la par que tomaban café, la madre de Mateo le dió decenas de sugerencias para obtener el perdón del menor

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Rompiendo el Aristemo (Aris x Mateo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora