Capítulo 3

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El trayecto es corto y facilita el hecho de no querer toparme con sus ojos a través del espejo retrovisor. No sé con qué tipo de mirada vaya a encontrarme, o peor aún: podría perderme en ellos y provocar un accidente.

Carlson siendo Carlson, entabla una conversación amable con ella, haciendo preguntas personales, pero nada incómodas. Pávlov se muestra como la Luciana dulce y amigable que es con todo el hospital, menos conmigo... Sí, lo sé, sé que no lo merezco y soy un jodido sinvergüenza por quererlo después de cómo la he tratado, aun así, deseo recibir ese trato. Aunque, también disfruto muchísimo verla enfurruñada y lanzándome dagas imaginarias.

Aparco con agilidad frente al pequeño y famoso bar donde venimos cuando tenemos compañía para uno que otro baile, la música es bastante buena y variada. Además, hay ronda de shots gratis en algún momento de la noche.

Cuando mi amigo no estaba agarrado de las pelotas y destilando corazoncitos por Elizabeth, lográbamos que la dueña regalara otra ronda más, todo gracias a nuestro enorme poder de convencimiento con las mujeres.

—¿Te gusta bailar? —pregunta el psicólogo, en el mismo instante que descienden del auto.

Ella asiente y observa el lugar desde afuera, parece agradarle.

—Soy bailarina, por hobby —confiesa—. He tenido que dejar las presentaciones desde que ingresé al hospital.

—¡Qué lástima! —exclama, Carl, sin pizca de falsedad—. ¿Dónde te presentabas?

—Es una academia benéfica, todas las presentaciones son en lugares de bajos recursos. No creo que ninguno la conozca.

Sé que el leve desdén de su comentario va dirigido a mí; sin embargo, no logro ver la expresión de su rostro, nos adelanta. Aligero el paso y no puedo evitar picarla:

—Pensé que sólo escuchabas rock.

He llegado hacerle comentarios por la vestimenta oscura y descomplicada que normalmente lleva cuando no tiene el uniforme y la bata del hospital, añadiendo el tarero de las canciones que le he escuchado en varias ocasiones al encontrarla distraída, incluso, sé que tiene algunos orificios en su rostro donde antes habían piercings que no usa desde que ha ingresado en el hospital: nariz, labio, orejas... Lo sé por las fotos de su instagram.

—Pensaste mal —responde, tajante.

Vuelve adelantarse, haciendo evidente que no le apetece caminar a mi lado. Traspasa las puertas del lugar observando todo con curiosidad.

¿Sólo es así de ruda conmigo?

Carl ríe, decido ignorarlo, aunque mi mandíbula se aprieta de forma inconsciente...

Ella lo hará bastante difícil, eso está claro.

La sigo para no perderme detalle del contoneo de sus caderas a causa del movimiento de esas piernas que, evidentemente, son de bailarina.

Se me hace extraño que su aspecto no esté muy ligado con su personalidad en general, tampoco con mis gustos, no obstante, su ropa me agrada. Ese adherido jean negro le resalta cada curva, al igual que su camiseta, cayendo sutilmente por uno de sus hombros; es azul y oscura, con una pequeña luna menguante en el medio. Le favorece, hace ver sus ojos más profundos y peligrosos.

Es una de las tantas razones que no me permiten comprender un motivo por el cual mi cuerpo reacciona a ella. Parece más joven de lo que es y, sí del aspecto físico se trata, no tiene nada de lo que normalmente busco en una mujer... Sin embargo, en cuestión de segundos ya he fantaseado con lamer cada parte de su cuerpo que lleva descubierta: cuello, hombro, boca, el centímetro de su cintura, parte superior del tórax, incluso, el lóbulo de su oreja y los dedos de sus manos... para luego continuar con la oculta.

ATRÁPAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora