Capítulo 15

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—¡¿Qué pasó?! —le pregunto a Luciana y un grupo de enfermeras que se mueven con rapidez alrededor de la camilla de un pequeño.

Termino de acomodar mi bata e intento no acercarme demasiado a ella, mi aliento todavía huele a cerveza.

Recibí el llamado de emergencias mientras iba por la quinta cerveza con Carlson, estaba sobrepasando mis límites. Tuve que parar en un Starbucks y tomarme un café extra grande y extra cargado.

Todavía soy plenamente consciente de cada movimiento, una cerveza más y tendría que estar inyectándome suero antes de atender la emergencia.

—Nolan Rodriguez, 4 años —Su voz se quiebra, pero continúa—. Incendio accidental en casa mientras sus padres tenían una fuerte discusión, quemaduras de tercer grado en rostro, manos y abdomen.

El cuerpo le tiembla, pero realiza cada paso con destreza para intubar y estabilizar con electrólitos por vía intravenosa, las enfermeras están retirando los paños húmedos de las partes afectadas. Es bastante piel la que ha sufrido.

Debo respirar profundo al ver lo que está casi irreconocible. Es un milagro que siga vivo. Tiene unos bonitos y firmes rulos castaños sobre su cabeza, los cuales, en su mayoría, no han salido ilesos, y sus ojos permanecen cerrados e hinchados.

Termino de leer el historial, ordeno los estudios pertinentes y no interfiero en la revisión o estabilización del niño. Luciana sabe qué hace y cuál paso sigue.

Sus ojos no dejan de estar sobre su deber, las manos le tiemblan pero es exacta en cada movimiento, por último, repasa con rapidez que lo haya hecho todo.

—¿Y los padres? —inquiero, una vez estoy seguro que ha terminado.

—La madre ha muerto y su padre está siendo atendido.

—¿El quirófano está preparado?

—En cinco minutos terminan, Doctor —responde Emma, una enfermera.

—Bien. Nos vemos allí, Luciana.

—Claro que sí, Doctor —asegura mientras acomoda la almohada de Nolan.

No me observa en ningún momento, sin embargo, lo compruebo: está demasiado afectada.

—Si no dejas de mirarlo así, y de temblar, tendré que pedirte que des un paso atrás y sólo observes.

Le doy una mirada rápida, sus ojos están iluminados por lágrimas retenidas. Niego con dureza y continúo removiendo la piel muerta, calcinada.

—Pero... yo no —susurra.

—Eres un peligro si tus ojos se humedecen cada cinco segundos, Luciana.

Vuelvo a conectar con su mirada para darle a entender que no cederé. Permanece unos segundos realizando una batalla visual, mientras tanto, mi mente no para de recordar todo lo que hablé con Carl.

Asiente y da un paso atrás, entrega el bisturí pero no se queda para observar, sale del quirófano.

Presiono mi mandíbula con fuerza y me concentro en el procedimiento, intentando no pensar que mi voz ha sonado más dura de lo necesario. Ahora, lo importante es este niño, el cual no ha tenido la suerte a su favor desde que le tocó nacer con padres tan desequilibrados.

Por lo que le escuché a las enfermeras, era una pareja que se agredía mutua y constantemente. Ni siquiera escucharon los gritos del pequeño por encima de los suyos.

Nolan estaba jugando en la sala cuando su padre le lanzó un jarrón a la madre, causando que una cortina se desprendiera y se llevara consigo un velón encendido que estaba sobre un cajón. La tela se incendió y cubrió parte del pequeño que estaba en el suelo, escondido tras el sillón, simulando que su tronco era la vía por donde pasaban los autos miniatura. Desde el corredor y lo cegado de ira que estaba su padre, no alcanzó a ver el desastre que había ocasionado.

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