Capítulo 12

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—Ha vuelto hacerlo, Doctor. Estuvo excelente.

Siempre me ha agradado ese tono dulce, condescendiente, y firme. Es honestidad mezclada con empatía, el punto de equilibrio perfecto para algo tan complicado como la transparencia.

Vuelvo a sonreírle en agradecimiento y mi garganta libera un suspiro cansino. Me siento exhausto.

Me abro el saco del traje gris ceniza hecho a la medida y libero los primeros botones de la camisa blanca. Luciana no puede evitar seguir mis movimientos con su mirada, impartiendo fuerza a ese calor interno que se ha vuelto tan familiar.

Desearla es trabajo de tiempo completo. Ni siquiera, cuando estoy en una tarima hablando de cirugía y nuevos proyectos sociales, dejo de fantasear con ella. Mucho menos ahora que no logro borrar sus gemidos y las palpitaciones de su coño chorreante.

Sentirla desinhibida y llena de lujuria; aunque fuese por el alcohol, es más de lo que puedo soportar.

Puedo ver nuestros recuerdos sintonizados cada vez que nos miramos. Aunque me ha confesado que no recuerda cómo llegó a la habitación, sin embargo, estaba extasiado de alivio y plenitud cuando vi el ardor en sus ojos. No existía arrepentimiento, no hubo distancia. Como si algo hubiese cambiado dentro de ella, como si hubiese quedado desarmada para seguir batallando en contra de lo que nuestro cuerpo pide a gritos.

No me apetece seguir con esta tonta resistencia que hemos mantenido hoy para ver quien cae primero. He decidido darme por vencido, quiero caer por ella.

Me sobrepasa, debo ser honesto. Es más fuerte que yo.

Evidentemente, ella puede controlar su cuerpo y sus deseos con maestría, incluso sé, y acepto a viva voz, que mi nivel de deseo por Luciana Pávlov es desproporcionado. He aguantado demasiado y esta es nuestra última noche, no pienso desperdiciarla.

Permanezco observándola todo este tiempo, como tanto me gusta hacerlo. Me dejo atrapar una vez más por el iris y la profundidad en sus ojos.

Pocas personas faltan por salir del salón, pasan por nuestro lado despidiéndose, pero ninguno de los dos responde. Yo estoy perdido en su hechizo y ella intenta descifrar la resolución en mis ojos.

Esta noche voy hacerla mía, contra todo pronóstico. Yo seré suyo, sólo nosotros. Ella lo entiende, sabe que esta vez no podrá escapar... Y tampoco quiere huir.

Asiente como si pudiera leerme los pensamientos y el corazón comienza a palpitarme con locura.

—Una copa. En mi habitación. Ahora.

—Whisky —susurra.

—No te gusta el whisky.

—Lo necesitaré.

Intentamos disimular las ansias durante los segundos eternos que tardamos en llegar al ascensor y este en abrirse. Por desgracia, no estamos solos.

Dios, lo haré... lo haremos... Al fin.

El aplazamiento, las ansías y las expectativas, son cada vez mayores.

Siento mi pulso acelerarse con cada piso que marca, y está a segundos de estallar. Comienzo a sudar, el calor se incrementa y debo quitarme el saco por completo. Siento que voy ahogarme si no salgo de esta caja metálica.

¿Está haciéndose más pequeña? ¿Por qué mierdas me estoy sintiendo así? Los nervios y las hormonas están revoloteando de un lado a otro en mi interior, siento que no puedo pensar con claridad, tampoco respirar.

Una vez las puertas se abren y todos salimos en el mismo maldito piso, agarro aire como puedo y la tomo del brazo para obligarla a caminar con rapidez. Suelta una risita que no logro disfrutar.

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