Un rastro de luz se cuela por mis pestañas y párpados que revolotean con anhelo de abrirse.
En cuanto me siento medianamente consciente aparece el mareo, la irritación en mi garganta y esa extraña percepción de no sentirme dentro de mi cuerpo, y sin duda, la sensación de pérdida y a la vez una quemazón en el pecho que engaña mi mente, como si aún tuviera un seno allí, punzando, queriendo que lo arranque... Pero ya no está y debería sentirme feliz, pues se supone que con él se ha ido gran parte de Lilit: mi representación personal del monstruo bajo la cama, a quien todos temimos cuando éramos niños indefensos.
Los demás sentidos en mi cuerpo se van despertando con lentitud y percibo susurros alterados. Me enfoco en una voz que conozco pero no escucho frecuentemente: Es una mujer y mis recuerdos se revuelven para dar con ella. No logro entender nada entre su inglés empolvado, el acento ruso evidente en cada palabra y la interrupción de sollozos.
Abro los ojos por unos segundos y el mareo se intensifica, al igual que el dolor constante pero tolerante en mi tórax, cuello y brazo. En ese momento las voces llegan con más claridad y la reconozco: Aleksya. ¿Qué hace la esposa de Sergey aquí y por qué parece estar discutiendo con Mario?
Intento mover la cabeza de forma involuntaria, provocándome un gemido ahogado por el tirón desgarrador. Las voces se callan y dos segundos después tengo esos ojos grises cerniéndose sobre mí.
—No te muevas, cielo —Revisa las máquinas e intravenosas con rapidez, mueve algo pero no logro ver qué—. ¿Cómo te sientes?
Una sonrisa estúpida intenta formarse en mi rostro, pero me siento tan débil que ni siquiera soy capaz de ello.
—Creo que bien —contesto con la voz rasposa, somnolienta—. Duele.
—¿Qué tanto?
—Es tolerable, por el momento... ¿Qué hace Aleksya aquí?
Me siento muy aletargada, mi mente aún no llega al cien por ciento de su capacidad.
—Luciana, yo necesito... —Mario la observa con tanta furia contenida que ella enmudece de golpe.
Gruño de la impotencia al no poder girarme para observarla.
—Acaba de despertar, lo demás puede esperar. —No es una sugerencia, es una orden, y se encarga de que lo escuche como tal.
No creí que fuese a tener un despertar tan tenso, ni siquiera me dio tiempo de asimilar a fondo que ahora soy una mujer «mutilada». Sin embargo, a medida que pasan los segundos y mi cerebro vuelve a pelearse entre la realidad y la somnolencia, se instala un mal presentimiento en mi pecho.
—¿Qué pasa, Mario, dónde están mis padres y Kira? ¿Están bien? Quiero verlos.
Hay silencio y lo que supongo una batalla de miradas entre ellos. Me estoy muriendo de la curiosidad y la preocupación por saber qué sucede, qué ha pasado con Sergey y por qué Aleksya se escucha tan alterada.
—Mercedes está con Kira en la sala de espera, la pequeña aún no le permiten ingresar.
—¿Y papá?
Su expresión cambia por un segundo, aunque no deja de acariciarme el rostro y el cabello con dulzura. Sus caricias están logrando transmitir una apacibilidad que no siente.
—Todo estará bien, ángel. Te lo prometo. Ahora, por favor, descansa. En un par de horas se irá el efecto de la anestesia por completo y el dolor incrementará. Necesito que estés tranquila y te enfoques en tu recuperación.
»Te dije que me encargaría de todo lo demás para que no tuvieras que preocuparte por algo que no fueras tú. ¿Confías en mí? —cuestiona, mientras sus labios me rozan la sien que no está contra la almohada.
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ATRÁPAME
Romance[+18] Mario Vila sólo conoce un tipo de relación fuera del sexo: Te quiero, me quieres, nos apoyamos, no nos abandonamos; me engañas, te engaño, no nos duele y continuamos viviendo. Es por esto que cree tener la vida soñada: la mujer perfecta para s...