—No me agradan los alemanes, pero te escuchas sexy hablando como ellos —susurra Claudia a mi lado y presiona el agarre en mi cuello.
—Lo tendré en cuenta.
Asiente y finge prestar atención a la persona en la tarima.
—Cielo... —llama mi atención luego de unos segundos—: ¿Cuándo podremos irnos?
—Te aconsejé que fueras de compras o permanecieras en el hotel. Debo participar en el foro y apenas dará inicio.
—Está bien, voy a tomarte la palabra. Nos vemos en el centro comercial más cercano.
Libera el agarre y mi cuello cruje.
No acostumbro a presentarme en eventos sociales con ella, mucho menos de trabajo. Se le dificulta disfrutar de ellos y nunca se le ha dado bien ser una esposa llavero: sumisa y callada. No digo que deba serlo, pero no es de grata compañía cuando manifiesta su inconformidad cada cinco minutos.
En la noche viajaremos a Italia, allí podrá moverse a su antojo, pues lo conoce como la palma de su mano, incluso, nos juntaremos una tarde en el club, con su amiga, el mismo donde pasó los últimos días del año.
No veo la hora de que se termine este circo tensionante.
Debo ceder a todas sus peticiones y caprichos, la culpa me carcome, y pensar en otra mujer, dentro y fuera de la cama —mientras me follo a mi esposa— es ruin, asqueroso hasta para mí.
Nunca había sucedido que, el sólo hecho de tener sexo con otra mujer, me impidiera disfrutar cuando estoy con Claudia. Logro tener una sola eyaculación en toda la noche, después de horas, y condicionado a pensamientos y recuerdos con nombre propio.
Luciana va a volverme loco. Ni siquiera logro entender cómo me ha calado tan hondo y por qué no dejo de pensarla día y noche. ¿Puedo controlar esto? ¿Qué debo hacer para volver a mi vida fácil y tranquila?
Claudia me conoce, me sigue el ritmo, sabe donde tocar y lamer, sabe como moverse para sacarme gruñidos de excitación; sin embargo, no logro borrar de mi mente el aroma enloquecedor de Luciana... Sus gemidos, sus palabras, sus caricias, no logro borrar de mi mente el sinsabor de solo imaginar que no volveré a tocarla, esa mirada de decepción y arrepentimiento luego de haber sucumbido al deseo que no podemos dominar.
Inesperadamente, la echo de menos. Verla y escucharla parlotear hacía mis días más soleados.
Desearía que fuera ella quien estuviera aquí y no Claudia, y eso me está pudriendo el alma.
Mi esposa ha intentado ignorar mi mal humor, sin embargo, no es tonta. Más que arreglarlo, busca sacarle provecho a mi total condescendencia. No me he dado cuenta en qué momento se ha despedido y salido del lugar. De la misma forma en la que no me di cuenta cuando me dejé atrapar por ese par de mares profundos y sin retorno... No encuentro cómo liberarme y tampoco quiero hacerlo.
Impulsado por un arrebato, me pongo de pie y voy directo a una esquina alejada para llamarla. Contesta al tercer tono. No la dejo hablar.
—Me haces falta —confieso—, desearía que estuvieras aquí.
—Mario... —Su voz es un susurro lánguido.
—Lo siento, siento mucho como he hecho las cosas. Déjame arreglarlo, permíteme intentarlo y hacerlo mejor esta vez. Prometo esforzarme.
Tampoco le permito una respuesta, cuelgo. Necesito que lo piense.
Luciana me tiene en sus manos, ha tomado el poder de mi voluntad y ha disminuido mis pensamientos a una sola cosa: Ella.
ESTÁS LEYENDO
ATRÁPAME
Romance[+18] Mario Vila sólo conoce un tipo de relación fuera del sexo: Te quiero, me quieres, nos apoyamos, no nos abandonamos; me engañas, te engaño, no nos duele y continuamos viviendo. Es por esto que cree tener la vida soñada: la mujer perfecta para s...