Capítulo 17

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El lugar es agradable, lleno de mesas con manteles a cuadros y un señor de edad tras el mostrador junto a una mujer con el cabello completamente blanco. Luciana los saluda con una enorme sonrisa y ellos responden de la misma forma, no me pasa desapercibido el cuchicheo que queda tras nosotros cuando avanzamos hasta el fondo. La sigo y tomamos asiento en la esquina más apartada.

Las pocas personas que se encuentran en el local están ocupando las primeras mesas, al lado del cristal que da vista hacia la calle. Hasta aquí no se puede escuchar nada de lo que hablan.

El barrio es modesto, hogareño y tranquilo. Se puede visualizar un pequeño parque con dos parejas y una familia con varios pequeños correteando para subirse en el lisadero.

Ella es una madre, ella es mamá, ella corretea con su hija en ese parque... El pensamiento me retumba cada vez más fuerte, sin embargo, decido ignorarlo. Es mi boleto de entrada y de salida, el destino me lo ha dado gratis y debo tomarlo. Necesito hacerlo.

—Te recomiendo unos muffins de plátano sin azúcar y el capuchino con canela.

—Sólo tomo café en la mañana o en el trabajo, no es muy recomendable para...

—Oh, sí... olvidalo —Su expresión serena flaquea por un segundo, pero se recompone con facilidad—. También venden un té de frutos rojos exquisito y unos muffins de nueces.

Sonrío aceptando su recomendación y en menos de un minuto, una jovencita de no más de 18 años, está a su lado tomando el pedido mientras responde preguntas sobre el primer semestre en la universidad. ¿Tiene que entablar conversaciones con todo el mundo? La chica alza su rostro de la libreta para despedirse, sin embargo, realiza un amague y tartamudea al mirarme, se sonroja con rapidez y debo evitar reír por lo graciosa que se ve tan colorada y su cabello tan naranja.

Le agradezco con picardía para intensificar el color y noto a Luciana rodar los ojos sin dejar de sonreír.

—Eres malo —señala—. Sabes lo que provocas en las mujeres y te aprovechas de eso.

—Sólo un poco —Me encojo de hombros—, pero ahora sólo quiero aprovecharme de una. —Su cuerpo se irgue y recoge las manos que estaban entrelazadas sobre la mesa.

—Te comportaste como un imbécil.

—Lo sé, ángel, lo sé —Su mirada vuelve a suavizarse con el mote cariñoso que sale de mi boca—. Soy un imbécil y tendrás que llenarte de paciencia conmigo porque no sé cómo corregir muchas de las cosas que hago si pienso que actúo correctamente, o cuando soy demasiado egoísta y no encuentro más salidas. Constantemente busco mi bienestar por encima del de los demás... y la mayoría de las veces termino arrepentido.

Me estudia durante unos segundos que se me hacen eternos y luego asiente.

—Tienes que aceptar que he sido paciente y tolerante contigo, más de lo que debería —Muevo la cabeza dándole la razón—. He sido honesta con mis deseos, te he respetado, como mínimo pido eso de ti... Debes darlo o dejarme en paz de una vez por todas, porque tampoco quiero que esto vaya afectar mi trabajo y mi estabilidad mental.

—Eso no pasará —Tomo una de sus manos entre las mías—. Te propongo un trato: una relación donde ambos estemos cómodos, disfrutar del otro, sin presiones o etiquetas... Yo no puedo estar muy lejos de ti y estoy seguro que disfrutas cada vez que estamos cerca.

—¿A qué tipo de relación te refieres?

—No mezclaremos ningún ambito laboral, no llevaremos los problemas o los aciertos al quirófano. Te daré citas, todas las posibles, buscaremos conocernos, sin embargo, soy celoso con mi intimidad y no me gusta hablar con nadie de mis problemas o mi vida en general. Y no es personal, ni siquiera lo hago mucho con mi mejor amigo. Te aseguro que has podido conocer cosas de mí que he querido mantener resguardado para el mundo.

ATRÁPAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora