ATRÁPAME

Capítulo 25

¿Cuántas veces más serán así?

Unos días de gracia, perfección, comunicación y buen sexo, luego hace cosas como esta. Desaparece.

Ayer salió de la presentación sin decir algo. Mamá dijo que su celular había sonado y lo vió preocuparse por quien sea que lo hubiese llamando. Supongo se le presentó alguna emergencia, sin embargo, ahora son las once de la noche, ha pasado más de un día y sigue sin responder alguno de mis mensajes o llamadas, jamás vino al hospital y nadie sabe de él, ni siquiera el jefe de cirugía. Sólo ordenó cancelar toda su agenda para hoy y mañana.

Estoy preocupada. No hay celos, no hay desconfianza, pero comienzo a pensar que le ha pasado algo bastante grave. No tengo donde más comunicarme, o a quienes. Estuve en su apartamento hace unas horas, nadie abrió la puerta así que regresé al hospital por si aparecía o daba algún aviso, aprovechando que debo pagar muchas horas atrasadas.

Pensé en inventar algo y obtener acceso a su información más personal, llamar a su madre u alguna otra persona que apareciera allí; pero no supe qué decirle a la recepcionista sin levantarle sospechas. Ella fue quien recibió el mensaje directo del jefe de cirugía, quien lo supo vivo, así que no encontraría un motivo suficiente para hacerle romper una norma.

Intento concentrarme en el trabajo y dejar de mirar la pantalla del teléfono cada cinco minutos.

Pido exámenes para el señor de edad que atiendo por su fuerte dolor abdominal y llamo una enfermera en turno para aplicarle droga y asignarle una pieza. Estoy segura que no podrá salir de aquí esta noche... Igual que yo y mi preocupación.

***

—Dormilona. Se acabó la siesta —me susurran al oído y depositan un beso casto en mis labios.

Es Simón, el abiertamente gay y cariñoso. Doy una pequeña sonrisa mientras me estiro e intento volver al mundo. Creo que no he dormido más de dos horas.

—¿Hay alguna urgencia? —pregunto en medio de un bostezo.

—No, la mañana está tranquila y tú paciente con cáncer de vesícula está esperando que le asignen hora de cirugía.

—¿Entonces por qué me despiertas? —Me quejo como niña pequeña y viro dándole la espalda.

—Acaba de llegar tú jefe y ayer parecías bastante preocupada por él.

Mis ojos se abre por completo y busco mi teléfono. Se ha quedado sin batería.

—Creo que está buscándote, pero quise despertarte primero antes de que llegue con su peculiar humor para ladrarte órdenes.

—Gracias, Simón —Deposito un beso fuerte sobre su mejilla—. Eres el mejor y lo sabes.

—Así es, cariño, lo sé.

Tomo mis cosas junto a la bata y salgo a su encuentro. Mi mente aún no se despierta completamente, pero si de algo estoy segura es que voy a exigir explicaciones. Sin embargo, un señor alterado se topa en mi camino.

—Señorita... —Le tiembla la voz y mira a todos lados—. ¿Conoce al cirujano Mario Vila?

—Si, señor, ¿viene por alguna consulta?

La notable inquietud y el temblor en las manos dentro de su chaqueta, no son normales. Sus ojos están bastante rojos, es como si hubiese llorado durante un largo tiempo y sufriera de Parkinson, pero sé que no es así, hay algo más en su manera de actuar.

—No. Lo busco a él, personalmente.

—Claro, si desea puede esperarme aquí y ya le digo...