Capítulo 10

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Luciana

Es increíble. Mario es, simplemente... increíble.

Faltan menos de veinte minutos para que el amable señor Gabriel —quien se ha encargado de transportarnos durante los últimos cuatro días— llegue por nosotros, y Mario sigue sin aparecer. No regresó en toda la noche y yo... estoy preocupada. No contesta su teléfono, no sé dónde está o cómo está, y... no puedo tomar un avión sin él. Necesito saber, por lo menos, si está bien.

Por más idiota que sea conmigo no puedo evitar preocuparme, es mi jefe y estoy en un país desconocido gracias a él. Yo sólo quiero que tome el maldito teléfono... ¡qué aparezca de una maldita vez!

Golpeo el teléfono contra la palma de mi mano y camino de un lado al otro sin saber qué hacer. Ya llamé a la recepción y no ha salido en toda la noche, debe estar aquí, pero ¿dónde?

Vuelvo a despeinar mi cabello y marco una vez más, por doceava vez.

—¡Aló! —El corazón se me acelera cuando alguien contesta, es una voz somnolienta y es de... mujer—. ¿Alguien del otro lado?

¿Perdería su celular? Verifico el nombre en la pantalla de mi télefono, luego lo devuelvo a mi oído.

—Dis-disculpa, ¿está... Mario? —Me corrijo con rapidez—: ¿El Doctor Mario Vila?

—Oh, sí, linda. Tuvo una noche agitada, todavía no se levanta.

Aprieto el teléfono con fuerza y se forma una nudo en mi garganta que se convierte en un deseo ferviente de asesinarlo.

Yo preocupada por él y ese, ese pene con patas sólo estaba follando... con otra. ¡Quisiera que se volviera sonámbulo en este mismo instante y se tirara por una ventana!

—¡Despiertalo! —bramo, sin embargo, me recompongo con celeridad y bajo el tono de voz—: Por favor... Es que tenemos un vuelo.

—Como ordenes, demonio de ojos azules. —No me pasa desapercibido su tono burlón, pero termina la llamada antes de que pueda preguntarle por qué me ha llamado así.

Exhalo furiosa, tomo mis cosas y arrastro mi enorme maleta nueva, con mi ropa nueva y este nuevo malestar que pesa más que cualquier cosa.

Necesito comida.

Me enfurezco aún más cuando llego al restaurante y lo encuentro cerrado. Todavía es muy temprano y no hay servicio.

El botones recibe mi equipaje y yo tomo asiento en el lobby, esperando que los minutos se vuelvan segundos y pueda dormir las tres horas que dura el vuelo hasta Cancún.

Ojalá no tuviera que volver hablarle en mi vida... Cojonudo Playboy, promiscuo ardiente.

Tengo una nueva y extraña sensación que me remueve el pecho y la boca del estómago, arde y me siento sin energía. Debe ser la falta de comida... Tiene que serlo.

¿Por qué Dios tiene que hacerlos tan apetecibles y tan idiotas?

Tuvo la conchudez de enojarse porque saldría con Alejandro a tomar una cerveza y se atrevió a pensar que me lo follaría luego de lo que hemos pasado, luego de lo que le dije dos noches atrás, luego de buscar todas las formas posibles para que nuestra relación no fuera incómoda...

¿Por qué siempre está esperando lo peor de mí? Podría haberlo hecho si fueran otras las circunstancias, si no estuviera segura que también causo fuertes efectos en él, si no me hiciera vibrar con sólo posar un dedo sobre mi piel, o cuando me mira como si no hubiese otra cosa en el mundo que le interesara más... ¿Era todo actuación?

ATRÁPAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora