Capítulo 14

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—Nunca habías hecho algo así, Mario. ¿Qué debo pensar?

—Clau, discúlpame... Lo olvidé. Lo siento.

—Ese era tu pase de disculpas. Me has abandonado durante mucho tiempo, ahora sólo es Carl y el hospital... ¿Yo qué, Mario? —Lloriquea—. Sólo te pedí un detalle. Estuviste casi dos semanas fuera, cuatro en Los Ángeles, y simplemente lo olvidaste...

—Lo compensaré, sabes que puedo...

—Esa era la manera de compensarlo.

—Voy hacerlo mejor, lo prometo.

—Estoy cansandome de esto, ¿qué te pasa últimamente? Jamás te habías alejado tanto.

—Clau...

—Me voy a cansar en algún momento, Mario —reitera—. ¿Eso quieres?

Por primera vez esas palabras punzan, pero no sangran. Me estremezco y la sensación de soledad es aterrorizante, siento que pierdo un pedazo del lugar que he ganado en el mundo, de quien soy y por cuánto he trabajado, pierdo el lugar donde pretendo no ser un intruso más.

No sangra, sin embargo, arde la frustración y la indignación. Lo sucedido estos doce días, cada uno de los sentimientos inexplicables que resurgieron y otros nuevos que aparecieron, la pasión que todavía arde en mi cuerpo cada vez que recuerdo los minutos que estuve dentro de Luciana, saboreándola. En ese momento no pensé si era terapéutico, necesario y liberador de tensión, sólo lo disfruté, fue delicioso y alucinante, lo cual me hizo confirmar, una vez más, que ella es demasiado para alguien como yo.

Claudia me da la espalda y se dirige a cambiar su calzado por uno de tacón. Tiene el cumpleaños de una de sus amigas arpías, Lorena. En mi mente la llamo: Mamba Negra.

—Bien, entonces ¿por qué no hablamos de nuestro último intento por mejorarlo? ¿por primera vez hablaremos de con quién te acostaste en Italia cuando prometimos intentar, de verdad, ser cercanos a lo convencional?

Su irgue y tarda unos segundos en reaccionar, luego se gira enfurecida.

—¡¿De qué hablas?!

—No te hagas la loca, te conozco bien.

—No me hago nada... ¡Dios! —Vuelve a descalzarse con un puntapié y desaparece la distancia entre los dos—. Las promesas iban ligadas a unas vacaciones inolvidables que no me diste por complacer a tu mejor amigo... Aún así, no lo hice.

—¿Comenzaremos con mentiras? Una cosa es omitir la verdad...

—¡No miento! —Chilla—. Te quiero a ti, me encanta que seas tú penetrandome, que me haga disfrutar... Créeme.

Su táctica siempre ha sido efectiva, entrar en terrenos placenteros con los cuales no puedo pelear. No obstante, por primera vez necesito saber si es verdad... necesito quitarme este sentimiento de culpa que jamás he tenido luego de follarme a una mujer.

—No te creo, Claudia. Dime la verdad y prometo que todo estará bien entre nosotros. Pondré de mi parte para que jamás vuelvas a sentirte abandonada o cansada de mí...

—Cielo...

—¡Por favor, Claudia!

Estoy desesperado.

—Está bien, sí, nada significativo... —Ya está arrodillándose para complacerme—. Siempre pienso en ti, eres el hombre más sexy, exitoso... y mío. No hay manera que eso cambie.

Tiro de su brazo para ponerla de pie. Sólo logró abrirme la bragueta y no fui para nada delicado. Intenta hablar, más que quejarse, pero no se lo permito, entierro mi lengua en su boca mientras destrozo su vestido desde el escote.

ATRÁPAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora