Capítulo 24

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Mario


La sola altura es imponente, sumado a la mirada que me brinda mientras se acerca, me siento en una película de acción donde me están amenazando de muerte.

¿Se tiene que ser papá para aprender a mirar de esa forma tan profunda e intimidante?

—Hola, cariño. —Su esposa lo intercepta a medio camino, el deposita un beso casto sobre su boca, pero no deja de mirarme. Eso me da escalofríos.

—Hola, cielo.

—Estamos esperando los mariscos, tú comida favorita.

Observo a Luciana de soslayo, le agradezco mentalmente. Si va a comer lo que le gusta, tal vez no me despedace luego.

Su hija es la siguiente en acercarse a saludarlo, le pregunta por su día y él responde un escueto "bien". Vuelve a intercalar la mirada entre Luciana y yo, se apresura a presentarnos.

—Papá, el es Mario... Es...

—Su novio, señor. Mucho gusto —Termino la frase armándome de valor. Extiendo la mano en su dirección—: Mario Vila.

El apretón es fuerte y conciso, su expresión no cambia en ningún momento.

—Filipp Pávlov.

—Amor, acabo de hacer la compra y traje tu Vodka favorito. ¿Quieres un vaso con zumo de arándanos?

—Por favor.

—¿Usted bebe, Mario? —pregunta Mercedes.

Es una señora muy dulce y relajada, se nota que sabe cómo ser el yang de su esposo y saberlo calmar.

—No, señora, gracias. Estoy conduciendo.

—Sólo Mercedes —me recuerda.

—¿El Lamborguini que hay afuera es suyo? —cuestiona el señor Pávlov.

—Sí, señor.

—Y también era el dueño del Mercedes-Benz —asegura.

Por un segundo me desconcierta y no sé de qué habla, luego caigo en cuenta del día que vine a recoger a Luciana, más o menos a esta hora.

—Sí, señor, también.

El toma asiento en el sofá individual mientras recibe el vaso que trae su esposa.

Cualquiera que pudiera verlo en este momento, sabría que es ruso. No sólo por su acento que es muchísimo más notorio que el de Luciana, sino por su carácter, movimiento, mirada, frivolidad, todo en el destella respeto y autoridad; sin embargo, se nota el profundo amor que tiene por su familia, es su punto débil... También podría jurar que es bastante fumador, o lo era.

Luciana tiene sus ojos. Aunque los de ella son más grandes y expresivos, el color es el mismo. Eso me hace sonreír, pero no recibo una de vuelta así que me aclaro la garganta y tomo asiento donde él me indica con un movimiento de cabeza.

Mi novia —que extraña suena esa palabra, incluso en mi cabeza—, se sienta a mi lado con Kira en sus piernas. Es una niña hermosa, inteligente y carismática. Por lo que me ha contado Luciana sobre Irina, la forma de ser de la pequeña es muy similar a la de su verdadera madre, aunque ni siquiera la conoció... Bendita genética.

Es Kira quien me sonríe de vuelta mientras deposita un lado de su rostro en el pecho de la tía, luego extiende su mano y juega con una de las mías. La imagen provoca un cosquilleo en mi estómago y me obliga a tomar aire con fuerza. Parpadeo intentando reaccionar.

ATRÁPAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora