Capítulo 23

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—Mañana es la presentación y esta gripe no desaparece por completo —Me quejo al teléfono con Gero.

—Ni modo, nena, agradezco que lo hayas intentado. Esta semana he logrado que te veas horrible y ojerosa al hacerte ensayar con tu horario extenuante, ahora creo que me siento culpable por tus precarias defensas... ¡Carlo! —grita llamando a su novio, debo apartar el teléfono en medio de una mueca—. Soy culpable de que nuestro trío platónico esté en cama y parezca un zombie.

Aunque no escucho la respuesta de su novio, por la carcajada de Gero, imagino un comentario muy subido de tono.

—¿Pueden dejar de pensar en sexo por dos minutos? —pregunto exasperada.

—¡Hey, peace and love! No es mi culpa que lleves tres días sin ver a ese hombre porque le niegas la entrada a tu casa.

—No me lo recuerdes —Acomodo la almohada tras mi cabeza—, se está comportando como un témpano de hielo.

Con Mario se puede pasar del cielo al infierno en cuestión de un minuto.

No he encontrado el momento adecuado para hablar con papá, últimamente llega más cansado que nunca.

—Y con mucha razón. Él parece muy dispuesto a presentarse ante tus padres y ahora eres tú la que ha puesto trabas. ¿Sabes cuántas mujeres quisieran estar en tu lugar?

—Es que... ya sabes que papá, yo...

—No lo culpes, son tus miedos. Filipp sabe que estás saliendo con alguien, sólo debes ser honesta y hacerle saber que ya no eres su niñita, eres lo suficientemente madura para tomar decisiones en cuanto a tú corazón y vagina.

—Nunca le he presentado a una pareja, ahora resulta que es mi jefe y ni siquiera somos algo oficial, eso le disgustará mucho.

Desde la muerte de Irina, su estado de ánimo decaía de una manera silenciosa y constante, fue así durante dos años. Su depresión llegó al punto de vaciar el tarro de pastillas en su mano para conciliar el sueño, aún va al psicólogo una vez a la semana.

Ese fue el empujón que necesitaba para salir de mi agujero, mamá nos sostuvo a ambos mientras nos desmoronamos, cada uno a su manera; así que prometí no darles más disgustos.

Papá ha pasado por tantas cosas, y ahora trabaja en un lugar haciendo lo que no le gusta, sólo porque es lo mejor que encontró cuando llegamos aquí, algo que pudiera pagar las facturas.

Le he pedido que lo deje, yo buscaría la forma de sostenernos a ambos, así me viera a rastras, mientras encuentra un trabajo que lo satisfaga más.

Mamá no le va del todo mal con su máquina de coser, le hace arreglos a todos en el barrio y a veces logra contratos con empresas pequeñas. Entre ambos sostienen la casa, yo aporto para la comida y me hago cargo de todos los gastos de Kira.

—Bien, entonces esa parte no tiene por qué saberla —aconseja—. Habla con Mario y dile que ante tu padre serán novios y listo.

—Primero me dices que sea honesta y luego que le mienta.

—No es mentira, es un presagio...

—¡Así es! —grita Carlo interrumpiendo su argumento, es inevitable reír.

—Si está dispuesto a conocer a tus padres por ir a verte, eso ya lo hace oficial —concluye Gero.

—Supongo. Intentaré hablar con él.

—Ya sé, somos los mejores.

—Te amamos —dice Carlo más cerca a la bocina—. Nos debes una.

ATRÁPAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora