Capítulo 36

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—¡Tita! ¡Tita! —Sus griticos llegan a mis oídos antes de que la puerta me permita tenerla en mi campo de visión.

La bruma en mi rostro desaparece por completo y es reemplazada por una enorme sonrisa que me inunda el pecho. Suelto las maletas en el mismo instante que su manito empuja el tramo restante de la puerta para que esta no nos impida tener contacto directo.

Me acuclillo con rapidez y la envuelvo en mis brazos con mucha fuerza. Mis ojos se llenan de lágrimas incapaz de controlarlas.

No imaginé que un solo mes me haría extrañarla con tanta intensidad.

—¡Volviste, volviste! —dice con voz cantarina.

No está saltando de felicidad porque no se lo permito, la presiono contra mí como si no hubiese pasado un mes lejos de ella, sino años... Quisiera que esta sensación de bienestar y plenitud que siento cuando la abrazo, me durara para toda la vida.

—Te extrañé mucho, mucho, mi pequeña.

—¡Yo más! No vuelvas a ilte, Tita. Nunca, nunca, nunca, nunca, ¿shí?

La dejo respirar, sólo para atrapar sus regordetas mejillas y llenarla de besos en todo el rostro. Comienza a reír y los demás en la estancia se contagian por ese sonido tan armonioso.

—No voy a irme más, te lo prometo.

Estira su dedito pequeño para que lo tome con el mío y selle la promesa.

—¿Quién te enseñó eso? —inquiero, con el ceño fruncido, pero sin dejar de sonreír.

¡Malio!

El aludido carraspea tras de mí y ella alza su rostro para verlo por primera vez desde que llegamos. La tomé tan pronto salió, que no pudo ver el culpable de mi regreso; y quien se encaprichó en acompañarme hasta aquí.

Hoy me siento indignada y sensible. Estuvo observándome todo el vuelo como si pudiera quebrarme en algún momento. Y eso no me agrada.

Kira se olvida de que existo y corre a sus brazos, trepa como un pequeño monito y termina en su regazo.

—Te prometí que la traería contigo —le susurra, sin embargo, no deja de mirarme.

Gachias.

Ella se estira para darle un besito en la frente y contengo el deseo de suspirar y derretirme.

—Fue con todo el gusto, princesa.

Mario le devuelve el beso y la deja en el suelo. Kira vuelve a regalarme su atención y pregunta:

—¡¿Qué me taiste?!

Ruedo los ojos y ríe junto a Mario y mamá. La última, acercándose para saludarme.

Recibo ese abrazo como si lo necesitara para respirar con normalidad. Cierro los ojos al sentirla sollozar y me permito disfrutar de su manera de decirme que me ha extrañado, incluso mucho antes de irme.

Hemos estado muy distanciadas. De no poder enojarme con Irina por ocultarme un secreto tan grande y trascendental, lo he hecho con ella. Y al mismo tiempo, no sabía que estaba ocurriendo en mi interior. Me distancié de los dos y eso ha provocado una herida más profunda.

Los amo con toda mi alma y pensar que voy a hacerlos sufrir de nuevo, me rompe el corazón.

—Perdóname, mami —murmuro.

—No hay nada que perdonar, mi niña. Perdóname a mí por no haberlo dicho antes y dejarte de lado en un tema tan importante. Eres valiente y tenaz, amaste con locura a tu hermana y ahora lo haces con Kira. Quieres protegerla, igual a tus padres.

ATRÁPAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora