Capítulo 7

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—¿Por qué no esperas aquí? —pido, señalando el lobby del hotel.

Falsa sonrisa, falsa tranquilidad.

—Yo puedo...

—No... por favor, espera allí. Necesito solucionar algo.

—¿Puedes decirme que pasa? El trayecto fue raro. No estabas ignorándome de manera fría o prepotente como sueles hacerlo, estabas esquivandome y muy distraído. ¿Algo que deba saber?

—Ya veo... ¿Ahora resulta que eres experta descifrando mis estados de ánimo?

Parpadea con rapidez.

—Pues no, pero... —Ahora está nerviosa—, pasamos la mayor parte de la semana juntos y... En fin, no tiene que estar a la defensiva. —Termina indignada.

—Sólo espera en el lobby, Luciana. Por una vez en la vida haz lo que te pido sin chistar, gracias.

Sus ojos no deciden si lanzar dagas o examinarme unos segundos más para intentar obtener algo, esos ojos que a veces me imposibilitan romper la conexión... ¿Por qué son tan penetrantes?

Respiro profundo y decido ser quien pierde la disputa esta vez, me alejo y ruego porque no se acerque cuando pregunte con desespero por otra habitación.

Llego al escritorio de una bonita señorita, peinada y maquillada a la perfección. Saludo afable, me salto las presentaciones excesivas, y sin más preámbulo, clamo lo necesario.

—Lo siento, señor —Es la respuesta de la recepcionista—. Hay otro evento en la ciudad y tenemos todas las habitaciones reservadas.

—¡Ay no! —susurro—: ¿Nada? ¿De verdad? Verifique de nuevo.

Me inclino para intentar ver su pantalla.

—Sí, de verdad... —Suelta una risita— Nada de nada.

—Bien —Suspiro resignado—, espero tengan camas enormes y cómodas.

—Tuvimos remodelación hace unos meses, así que tendrán las mejores. Están en una de las habitaciones más grandes del hotel, podrán dormir cómodamente... Sí es una pelea, yo le puedo sugerir...

—No —interrumpo, sé por dónde va ese tono—, me las apañare solito. Gracias, preciosa.

Se ruboriza e intenta agregar algo, pero me giro sin notarla realmente. Ahora sólo puedo pensar en las posibles reacciones de Luciana y cómo convencerla de que no lo planeé... y no encuentro la forma... ¡Mierda!

Llego a su lado, me inclino y termino en cuclillas para observarla desde abajo, está sentada y concentrada en su télefono.

—Discúlpame —No sé de dónde sale eso, sin embargo, no me retracto—. Estaba molesto, ansioso... aún lo estoy. No esperaba que sucediera de este modo y yo... Debemos-compartir-habitación. —Las últimas palabras se escuchan como un trabalenguas.

Luciana frunce el ceño en señal de confusión, luego abre sus ojos hasta que las cejas están a punto de alcanzar el nacimiento de su cabello. Permanece así durante largos segundos y al final, contra todo pronóstico, ríe. Tapa su boca para controlar el sonido y lo agradezco. Es lindo, pero ella en serio está riendo con fuerza... No logro descifrar si es nerviosa, si se burla de lo absurdo de la situación, o de mí.

No demora en reponerse.

—¿Por eso te estabas comportando de ese modo?

—Sí...

—Y no esperabas que sucediera de este modo, o sea: no lo planeaste...

—Así es...

—Bien, te creo —Sonríe—. Dormirás en el suelo.

ATRÁPAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora