Capítulo 13

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Me remuevo en medio de un gemido por lo que parece un sueño muy vivido, uno de tantos en los que fantaseo con Luciana y su boquita de cereza chupando mi polla con maestría.

Una punzada me recorre desde la punta de los pies hasta el último de los cabellos sobre mi cabeza, la misma que me obliga abrir los ojos de golpe. La sensación no desaparece.

La busco a mi lado como acto reflejo, desorientado y demasiado excitado. El lugar está vacío, sin embargo, la corriente de placer se intensifica y me despierta por completo.

Impacto de lleno contra una realidad exquisitamente asombrosa.

Un gruñido sale de mi garganta al descubrir ese pequeño cuerpo que se mueve bajo las sábanas, exactamente entre mis piernas. Tiro la tela lo más lejos que puedo, encontrando esa mirada ardiente, pícara y complaciente que me traspasa el pecho.

No sólo está dándome una deliciosa y húmeda mamada, mi polla está dura y erecta. Crece más a cada segundo ahora que estoy consciente.

Antes, deseaba creer que era una niñata inexperta que no sabe cómo dar sexo oral sin morder. Ahora, acaba de cerrarme la boca de una forma épica. Sonrío ante el recuerdo y disfruto el momento.

Luciana es una fantasía, sin duda. Me ha dado el despertar que todo hombre desea, está concediéndome un perfecto «buenos días» —el mejor— para dar presagio e inicio de una grandiosa mañana.

Nunca hubiese imaginado que la hallaría así, tan temprano y tan traviesa, con esos ojitos azules iluminados y las mejillas sonrojadas, mientras me la chupa con ganas.

—¡Joder, hermosa! —mascullo cuando intenta tragarsela de nuevo. Y aunque no logra hacerlo por completo, la exquisita sensación es igual de intensa—. Así... No pares.

Apreto con fuerza los músculos de la cadera hacia abajo para contenerme y permitir que dicte el ritmo.

Recorre mis cuadriceps con sus delicadas manos, impartiendo una fuerza descomunal. Me transmite el deseo ferviente que manifiestan sus ojos y el recorrido de su lengua por cada vena palpitante... Es como arder en el puto infierno, uno gobernado por el ángel más puro, dulce y lujurioso. Una combinación devastadora.

Tiro de su mano cuando siento una fuerte punzada. No podré aguantar mucho más si sigue jugando de esa manera con el glande y mis testículos.

Ella cae sobre mi pecho dando un gritico, y sin importarme donde estaba su boca o la cantidad de saliva que desprendía, devoro sus labios con entusiasmo, le meto la lengua hasta el fondo mientras mis manos la recorren por todos lados. No se deciden que parte de su cuerpo les gusta más.

Luciana se remueve y acomoda sus piernas para quedar a horcajadas sobre mí, está desnuda de la cintura para abajo... y muy mojada. Intenta separarse pero no se lo permito. Gimotea cuando mordisqueo con ansias y la encierro con mi brazos.

—Vas a matarme —aseguro y me pierdo en su cuello para besuquearlo—. Te aprovechaste de mi inconsciencia, violadora.

—¿Vas a quejarte? ¿Quieres que me aparte? —responde altiva, ronronea e intenta separarse.

—Por supuesto que no. Tu acaba conmigo, yo ya estoy loco.

Utiliza mi distracción para impulsarse sobre mi pecho y tomar distancia. La observo con el entrecejo fruncido, pero no tardo en relajarme cuando se deshace de mi camiseta —la que uso como pijama—, quedando completamente desnuda.

Desliza sus caderas y queda justo sobre mi pene. Respiro con fuerza.

—Calma, machote —advierte con picardía mientras toma los pequeños senos entre sus manos y tira de los pezones.

ATRÁPAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora