Capítulo 33

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Vuelo 1860 con destino a Moscú, Rusia.

Escala en Estambul, Turquía.

Hora de salida: 18:15

Hora de llegada: 10:00

Luego de quince minutos observando la pantalla, doy clic en la equis dentro del cuadro rojo, cancelando la compra del tiquete de avión.

No sé si me ha faltado valentía o ha sido lo más sensato, pero sigo sin encontrar paz y eso me está carcomiendo el alma.

Gero viajó a Italia hace dos noches, después de haberlo ayudado a descubrir un posible lugar donde encontrar a "Carlo". Cuando recordé el comentario que hizo Isabella —la residente de obstetricia— sobre conocerlo y saber algo, tuve que rogarle y aceptar ir a una fiesta para que me contara por qué lo conocía. Resultó que Carlo Russo no se llama Carlo Russo, ya que el primo de Isabella es de esos que hacen identidades falsas y ayudan a limpiar antecedentes hackeando la base de datos de la policía. Así nos enteramos de su antigua dirección en Nápoles y el nombre real, con ayuda de unos cuantos euros obviamente.

La chica ya no me parece tan odiosa, pues descubrí que solo tiene un humor bastante negro y afilado. Tampoco fue tan horrible ir a esa fiesta, aunque mi ánimo no era el mejor. Al final, no sé cómo terminé en un beso de tres con Isabella y su novia. Me reí mucho con Gero cuando lo recordé al día siguiente, fui muy —demasiado— torpe. Estaba tomada y despechada, mala combinación. Sin embargo, ellas fueron agradables y me divertí bastante con sus ocurrencias.

Ahora sólo puedo pensar en que tengo otra preocupación más en mi sistema, implorar porque Gero regrese sano y salvo, con o sin respuestas. Todo esto parece tan misterioso, siniestro y peligroso, que tiene muchas posibilidades de salir mal... Pero no me enfocaré en eso, intentaré ser positiva.

Releo el contenido del sobre que ha llegado esta mañana a la puerta de mi casa, hecho a puño y letra. Su caligrafía no es la mejor, pero es masculina y estilizada, la reconocería a cientos de kilómetros de distancia. Es como si estuviera escrito con una pluma estilográfica de tinta mojada, como si hubiésemos regresado al siglo XIX. Me parece un chiste, romántico y tierno, pero un chiste al fin y al cabo. De sólo imaginarlo gruñendo mientras aprendía a usar la pluma, leyéndose cursi y frustrado sin saber que escribir, me hace sonreír. Sin embargo, recuerdo que aún no se divorcia, que lo he sabido más cerca que nunca de esa arpía, y la herida abierta en mi pecho tira y escuece junto a la melancolía instalada en mi alma gracias a sus palabras.

Mes 1 sin ti: He intentado crear un poema, roto y trágico como te gustan, como estoy yo. Pero no me sale. Es una de las tantas cosas en las que no soy bueno, así que voy a dejárselo a los que saben, quienes son dignos de tu admiración.

"Te dejo un "Te Extraño", uno que no pese, uno que te cobije y te recuerde que pienso en ti. Uno que no se compara en nada con el abrazo que traigo atorado en los brazos, o lo besos que se andan muriendo por ti. Pero es un "Te Extraño" lleno de mucha sinceridad, en esta noche fría, donde la brisa me llena y me vacía de ti. Te dejo un "Te extraño" que tal vez no sirva de mucho, pero ojala te consuele el alma."

—De noches y melancolías, Mercedes Reyes Arteaga.

Bien, acepto que no sé una mierda de poesía, o quienes sean esos autores reconocidos que tanto te gustan. Esto lo leí en una red social y me removió, por eso quise dedicartelo.

No me olvides, por favor.
Te ama y te extraña, Mario.


Me acerco al bote de basura al lado de mi cama y dejo caer el papel; no obstante, lo leí tantas veces que se ha grabado a fuego en mi memoria. Sus palabras, más que un alivio, provocan dolor. Uno hondo y torturador que proviene cuando no hay respuestas o soluciones mágicas para obtener la paz que deseas. Me llena de nostalgia, me confunde, y no necesito más de esto ahora... Sabía que ese espacio tan amplio y liberador que Mario me estaba brindando, era demasiado para venir de él.

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