Capítulo 31

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—¡Dyl, ya llegué! —exclamó el rubio mientras entraba a la casa—. Acabo de venir de la comisaría y... —el muchacho guardó silencio al escuchar unos débiles sollozos provenientes del baño, por lo que rápidamente se acercó a la puerta del mismo—. ¿Dylan? —llevó su mano a la perilla e intentó girarla lentamente, sin embargo, no se abrió—. Dylan, ábreme por favor

—Tommy... —susurraba levemente, como si estuviera teniendo un ataque, el miedo recorrió el cuerpo de Thomas

—Dyl, Dyl abre por favor —el mayor comenzó a golpear la puerta lo más fuerte posible

—No... puedo

La desesperación lo consumía, sabía que debía hacer algo de una vez por todas, por lo que rápidamente fue a la cocina, a uno de los armarios más cercanos al suelo y sacó de él un martillo. Corrió de vuelta al baño, y atacó a la pequeña perilla con el martillo hasta tirarla al suelo. Empujó la puerta con su brazo y entró tirando el martillo, de inmediato se arrodilló a la altura de Dylan, quien se encontraba sentado en el suelo con los ojos a punto de cerrarse, su boca estaba ligeramente abierta, por la cual soltaba ligeras respiraciones entrecortadas. Rápidamente palmeó sus mejillas para intentar reanimarlo, sin embargo, lo único que logró fue que el castaño abriera un poco los ojos, dejando que ambos compartieran miradas y luego los cerrara. Sin pensarlo dos veces, sacó su celular y llamo a emergencias, puesto que no sabía qué hacer y tampoco desperdiciaría el tiempo haciendo estupideces inútiles.

—Dyl, no me dejes, tú también, por favor —susurró con la voz entrecortada sin despegar su mano del hombro de su amado y el celular de su oreja

***

El día estaba algo caluroso para un lugar frío como Canadá, Claudia llevaba como media hora viajando en un auto sucio de vidrios polarizados, hoy sería su primer día de trabajo, entregaría su primera cajita sorpresa, así les había llamado a las cajas que Roger le había encomendado, puesto que "la caja" sonaba muy aburrido. Pero no había nada más aburrido que el viaje que estaba experimentando en ese momento, ese auto ni siquiera tenía radio, por lo menos con sus padres falsos podía ver caricaturas en una pantalla muy grande ubicada al lado derecho del volante. En este auto ni siquiera tenía permitido sacar la cabeza por la ventana, su madre decía que nadie debía verlos, porque de ser así, todos querrían de la cajita sorpresa y Claudia no podría tener sus dulces.
Se suponía que el Club 69 no estaría tan lejos como Claudia se imaginaba, pero ya casi era una hora y nada, ya ni podía preguntar porque luego el conductor le gritaba diciéndole que dejara de hacer preguntas tontas y que le permitiera conducir, no obstante, lo que más le dio risa fue que su madre la defendió. Un buen golpe le cayó al hombre malo en la cabeza para que dejara de gritar a la pobre niña.
Sin querer, la pequeña rubia se había quedado dormida apegada a la puerta del auto, sintiendo golpes contra la misma cada vez que el auto pasaba sobre un bache. Pero para su buena suerte, con su deliciosa siesta, el tiempo pasó más rápido, y cuando su madre la despertó, sonrió de oreja a oreja al darse cuenta de que ya habían llegado.
"EL CLUB 69" un letrero brillante relucía en la cima de aquel edificio maltratado y mugriento, Claudia se preguntaba cuándo sería el día en el que dejaría de ir a lugares sucios.

—Bien Millie, aquí está la caja —su madre la distrajo de sus pensamientos, obligándola a que la mirara, tomó la caja y besó la mejilla de la mayor—. Ya lo sabes, no abras la cajita, no hables con nadie, solo puedes hablar con esta persona —sacó de su bolsillo una foto arrugada y se la enseñó, un hombre de cabello negro, dientes y ojos grandes; tomó con inseguridad la foto y la analizó detenidamente—. Se llama Freddie Bulsara, ¿sí?

—Sí mami —respondió obediente y abrazó a su madre

—Cuídate princesa, aquí te esperamos, ¿ok? —ella asintió y bajó del auto, Roger -que se encontraba en el asiento del copiloto, bajó del auto y tomó la mano de la niña para llevarla adentro e indicarle hacia dónde ir

Dos tontos en problemas (Dylmas) / 2da Temporada de Dos tontos y un bebéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora