|54|Vivir

146 43 36
                                    

#SEVEN#

Dejar ir a Rusher había sido una de las cosas más difíciles que me había tocado vivir en mi corta vida.

A lo largo de toda mi vida y en todos los momentos que estuve mal, siempre lo tuve a él. Aún cuando lo odiaba, aún cuando lo rechazaba, él estuvo para mí.

¿Qué me quedaba ahora? Irme a vivir con su hermano y su padre, a vivir su vida.

Llegué diez minutos antes al colegio, todos los días, por todo un mes, sin poder aceptar que Rusher se haya ido a empezar su vida sin mí. Lo esperaba todas las mañanas, extrañando sus conversaciones, sus chistes inapropiados y sus profundos sentimientos, y cada día sufría un poco más.

Los estudiantes habían cambiado radicalmente, y todo el bullying existente parecía haber sido erradicado por completo, gracias a la directora y sus medidas, y también gracias a que los peces gordos se encargaban de mantener la paz.

Camila y Amori se hicieron más cercanos, hablaban como buenos amigos, como si nunca ninguno de los dos le hubiera roto el corazón al otro. Pero eso era bueno, perdonar y olvidar, y fortalecer los lazos.

-¿Has pensado en lo que te propuso tu padre? -Me preguntó Cami en una de las tantas charlas que tuvimos.

-Tengo miedo de intentarlo y fracasar, y que todo sea igual que ahora. Porque eso solo significaría que el verdadero problema en mi vida soy yo y no las personas.

-Tienes que intentarlo de todos modos -Respondió Amori, con mucha seriedad-, No te queda mucho que perder después de todo.

-Idiota -Camila le dio un empujón-, No seas bruto.

-Solo quiero decir que el que no arriesga no gana, y si ella no tiene nada que perder, entonces solo puede ganar. Mírame a mí, que le confesé mis sentimientos a Camila, me rechazó, pero nos hicimos buenos amigos.

Creyó que la perdería, y aún sin esperarlo, la ganó. Porque él nunca la tuvo, o sea, no tuvo nada que perder al momento de arriesgarse, y entonces lo único que pudo hacer fue ganar.

-Prometeme algo -Pidió Oliver, en uno de esos días en que caminaba conmigo a casa-, Pase lo que pase, las cosas entre nosotros no cambiarán.

-No cambiaron cuando confesaste tus sentimientos por mí, menos van a cambiar ahora.

Los sentimientos eran la principal razón para que dos personas dejaran de hablarse.

-Nunca quise contarte de ellos, pero es bueno que ahora que lo sabes todo siga igual que antes.

Yo quería mucho a Oliver, porque él tenía bien en claro mis sentimientos, mis desastres mentales y todas las dudas que atormentaban mi cabeza, y aún así me quería por quien era.

-No sé qué hacer ahora -Le comenté-, Mi vida antes era mera costumbre, nada de decisiones así de grandes, y ahora que tengo el control absoluto, ni siquiera puedo pensar con claridad.

-Tienes que hacer lo que te haga feliz, Ginita.

Un día me escapé de clases, necesitaba estar lejos de las voces, de las miradas, de los consejos. Así que subí a la azotea sobre el cuarto piso, decidida a quedarme ahí, a solas, el resto del día. Pero apenas pasaron unos pocos minutos, hasta que me puse a llorar y alguien llegó a sentarse junto a mí.

-¿Puedo acompañarte?

-¿Te vas a poner a llorar o intentarás subirme el ánimo?

-Lloraré -Respondió Federico, y entonces hizo lo mismo que yo; colocó su cara entre sus piernas, y soltó las lágrimas que había retenido frente a los demás-, Él prometió nunca dejarme.

-Rusher es bueno prometiendo cosas que nunca cumplirá -Reí-, Y aún así los dos le creímos, y lo queremos.

-Es imposible no querer a Rusher, y nosotros dos lo sabemos mejor que nadie. Él es más bueno que cualquier otro ser humano en el mundo.

-Apesar de todos los errores que ha cometido -Reconocí-, Y ni siquiera puedo sentirme tonta por creerle.

-Entonces, ¿cómo te sientes?

-Me siento como un náufrago en medio del océano. Perdida, con la esperanza de recuperar mi vida, pero luego me doy cuenta que ni siquiera era feliz con la que tenía.

-Quizás lo que te hace falta encontrar es a Rusher.

-Pero Rusher está igual de perdido que yo.

-Entonces deberías hacer lo que él, dejar atrás el pasado y el dolor, y encontrarte a ti misma.

-¿Y qué haré sin él?

-Puedes ir por Rusher después.

-¿Y si después de encontrarme a mí ya no lo quiero en mi vida?

-Tienes que intentarlo.

¿Acaso era la vida un maldito juego de azar? En donde puedes decidir arriesgarlo todo, puedes ganar y perder, puedes quedar inconforme e ir a por más, como también puede llegar el momento en que no sabes que decisión tomar. Pero mientras estuviera viva, podía seguir apostando todo lo que quisiera, porque de eso se trataba vivir; perder, ganar, y arriesgarse.

Rusher no se había despedido de ninguno de sus amigos, pero ellos no lo culpaban, porque sabían de su dolor y su desgracia, y estarían aquí para cuando él decidiera regresar. Los estudiantes hablaban de él como todo un héroe, comentaban entre ellos el gran legado que había dejado, y no mencionaban en lo más mínimo sus errores.

Y conmigo, todo seguía igual. Porque supongo que nadie podría olvidarse por completo de lo que una vez fui, y entonces me tenían respeto, evitaban hablarme, y seguían sus vidas sin darle relevancia a mi existencia.

Yo no pertenezco aquí.

Me sentía vacía sin él, y eso también me hace sentir miserable, cuando no debería de ser así. Y fue entonces que me di cuenta de que lo amo más a él que a mi misma, y eso no está bien, eso me destruye por dentro.

-Quiero irme con ustedes -Le dije a Wally, y una sonrisa tierna se apoderó de sus labios-, Vámonos lejos de aquí, por favor, todo duele un poco más cada día, y no puedo soportarlo.

El semestre aún no había terminado, pero debido a mis malas notas, y todas mis inasistencias, decidí que empezaría todo de nuevo al año siguiente. Y Wally siempre me decía que sí, me comprendía en todo.

Le conté a Edgar la decisión que había tomado, él fingió una sonrisa, y me dio todo su apoyo.

-Al fin me deshice de ti -Bromeó revolviendo mi cabello, pero luego me abrazó-, Se muy feliz, Gina.

-No me extrañes tanto -Respondí, aunque la verdad era que yo lo iba a extrañar a él. A pesar de lo odioso y mal agradecido que era, yo lo quería, y le estaría muy agradecida por todo-, Se muy feliz, Edgar.

Wally terminó de subir las maletas, con las pocas cosas que tenía, y nos fuimos al aeropuerto. El despegue fue una oleada de nuevas sensaciones, porque todo estaba quedándose en esa ciudad, y todas las cosas que había vivido estando allí, me invadieron. No había sido la mejor de las vidas, pero sí lo que yo creía merecer para mí. Y cuando íbamos volando sobre las nubes, todo fue nuevo y extraordinario. Con mi padre tomando mi mano, y mi hermano durmiendo sobre mi hombro, pude sentir que ahí era donde siempre había pertenecido.

Me iba a costar empezar de cero, seguramente iba a llorar muchas noches más, iba a sentirme tan miserable y vacía como nunca antes lo había sentido, pero lo que era seguro, es que al fin iba a darme cuenta de que soy todo lo que me queda al final del día y que tengo que quererme sea como sea.

Soy Gina Pavardi, un total desastre. Arrogante como ninguna otra, terca y muy malhumorada. Soy chiquita y muy pecosa, mi piel es morena, y mi cabello está más desordenado que mi vida. Me gusta escribir las cosas que siento, me gusta mirar a las personas cuando hablan, y soy muy intensa con mis sentimientos. Soy la protagonista de mi historia, y lo que más me gusta es ser yo misma, porque tengo muchas cualidades y muchas más por descubrir.

¿Y cómo no iba a quererme siendo así?

. .
Somos todo lo que tenemos, todo lo que necesitamos, así que hay que querernos tal cual somos. 💕

Yo Te ConozcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora