|Epílogo|

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Narrador omnisciente

¿Cuántas cosas tienen que pasar para enamorarnos de quienes somos y así poder amar a otros?

Para Gina hicieron falta cinco largos años y una interminable lista de experiencias. Viajó por muchos lugares del mundo, conoció a toda clase de personas y se enamoró de todo aquello que se le cruzara en el camino, sin miedo alguno.

A Gina le gustaba escribir, así que durante esos años y después de conocer tantas cosas y personas, escribió un libro entero de la segunda persona que ella más amaba en el mundo, con la intención de que todos aquellos que la leyeran, pudieran conocer la bondad en el alma de Rusher.

@Seven: Querido Rusher, ¿podemos volver a vernos? Responde esto cuando estés listo, sin prisas, yo siempre te estaré esperando.

Y exactamente un año después, la respuesta llegó.

@Diez: Querida Gina, ¿vendrás a la ciudad el próximo martes? Espero encontrarte por ahí.

Pasara lo que pasara, Rusher siempre había estado al tanto de lo que ocurría con su pequitas. Y para él hicieron falta seis años para descubrir quién era realmente, y poder deshacerse de esa imagen que todos tenían de él. Mantuvo su perfil bajo, sin intentar agradarle a nadie y dejando de fingir estar bien cuando no lo estaba.

Acabó con cada uno de los monstruos en su cabeza, asistió a terapias y conoció a personas que habían pasado por casos como el suyo. Dejó de sentirse solo y destruido, y se dio cuenta de que él nunca tuvo la culpa de las acciones que su madre había hecho. Y sin tenerle miedo al que dirán, estudió diseño en una buena universidad, tal cual siempre había querido.

Así que seis años después, Gina publicó el libro que llevaba el nombre de Rusher, contando su historia, contándole al mundo sus puros y buenos sentimientos. Y firmando como Gina Pavardi, apellido que por cierto ella nunca quiso cambiar, porque tenía la esperanza de volver a estar con él.

-Hola -Saludó uno de los tantos jóvenes que hacían la fila para poder recibir al autógrafo de aquella escritora. Él iba con su libro en mano, y todos en aquel lugar reconocieron su imagen como el chico de la portada-, ¿Nos conocemos?

Gina levantó su mirada y se encontró con los ojos oscuros y redondos del chico que se había aparecido en cada uno de sus sueños, aquel que le había enseñado la lección más grande de todas. Ya no habían ojeras en su rostro, y había subido unos cuantos kilos.

Se veía bien, se veía feliz, se veía perfecto.

Y con todo lo que Gina había escrito de él en su libro, todos ahí en la biblioteca estaban enamorados de Rusher. Y no porque fuera descrito como el chico perfecto, si no porque estaba lleno de errores. Rusher era la clase de desastres que sacaban suspiros.

Y entonces, ella detuvo el tiempo en su reloj de mano, porque ya no habrían más horas que contar.

Rusher ahora usaba anteojos, su cabello parecía estar más brillante y su sonrisa iluminaba el lugar sin mayor esfuerzo. Y cada vez que se miraba al espejo, ya no se sentía raro por todas las marcas que habían en su cuerpo, porque sabía que esas heridas lo habían formado y no volverían a doler más.

-¿Quieres conocerme? -Preguntó ella como respuesta, manteniendo una sonrisa coqueta en sus labios pintados de rojizo.

Gina se había vuelto muy segura de sí misma. Gracias a la venta de su libro, empezó a recibir dinero y a ser llamada desde distintas agencias en donde se atrevió a contarle al mundo su vida, a dar charlas sobre el bullying y a ayudar a personas que creían estar destruidas.

Yo Te ConozcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora