Parte 1: Callao

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Puerto del Callao, Virreinato del Perú, Octubre de 1775


Corriose la voz entre el navío que dentro de unos minutos encallarían cerca a las costas del Callao, el fatídico viaje entre mareos y unos cuantos vómitos estaba por acabarse para Alba Martínez del Monte Reche, excelentísima primogénita del Conde Don Miguel Ángel Martínez de Elche y Doña Rafaela del Monte Reche I de Sevilla.

Cubriose su menudo cuerpo con una camisa desmesuradamente adornada de encajes, con mangas amplias y volados, sujetados por un corsé que reducía aún más su estrecha cintura. Pero esto no quedaba ahí, ojala haberlo sido, sobre ella reposaba el jubón, una especie de chaleco que hacía llegar sus mangas hasta los codos con un amplísimo escote y, cabe resaltar, adherido al cuerpo hasta el último suspiro. Por última piel, colocabase un manto de una extraña tela transparente que unía la parte delantera a la trasera con una especie de cintas atadas.

No quisiera tener que describir las joyas o el tipo de calzado que portaba, ni mucho menos el incómodo peinado que había lucido el primer día, el cual, con el pasar de las semanas había sido reducido a sus típicos rizos dorados.

Debía tocar tierra de una vez por todas e intentar buscar una indumentaria más cómoda, quizás una camisa y unas botas de potro como solía llevar en el campo, y que no diera aviso del título que portaba sobre sus apellidos.

No tardó la mujer en desembarcar de aquel galeón y dignose a observar hacia su alrededor.  Una enorme fortaleza de planta pentagonal semirregular y abaluartada erigiase hacia su derecha, sorprendiendola. ¿Es acaso que los piratas rondan estas aguas?, preguntose con cierto miedo.

—¿Requiere vuestra merced una calesa hacia la Ciudad de Los Reyes?

Un hombre no muy alto, de cabellos castaños cortos y de cierta manera delgaducho, asomose irrumpiendo su ensoñación.

—Perdone, pero he observado su soledad y he tomado la osadía de ofrecerle mis servicios.— apuntó hacia su izquierda, mostrando aquel transporte alado por un caballo blanco y con un alto hombre moreno aguardando junto a este.

—Disculpe las maneras, me ha tomado vuestra merced de improviso. Jamás había visitado estas tierras y he quedado asombrada. ¿Es esto lo único asentado? — preguntó Alba curiosa ante las dispensas del hombre.

—Verá Señora, este es el puerto del Callao. Asumo que primero habeis anclado en Valparaíso hacia el sur.—pasó sus manos por su corta barba haciendo un gesto pensativo y señaló un camino—. Esta calle, sube directa hasta la ciudad.  A lo lejos puede notarse una especie de torre.

Alba achinó los ojos siguiendo la mirada del castaño y pudo apreciar a duras penas aquella extraña edificación que sobresalía entre el cielo.

—Logro verlo, ¿es lo único en pie en dicha urbe?.—giró la cabeza con una mueca de extrañeza y este sonrió.

—Vuestra merced posee una vista excelentísima. Esa es la casona de Don Miguel de Castañeda y Amuzquíbar Nuñez, quien posee un hermoso mirador sobre esta. De no haber sido por el terremoto de 1746, podriase contemplar los campanarios de la catedral, pero nuestro ilustrísimo Virrey trabaja ya en ello.—optó por confiar el sagaz hombre a la joven—. Las apariencias engañan, señora.

—Perdone, tiene razón vuestra merced. No he podido presentarme como se debe, soy Alba Reche.—sonrió la mujer de cabellos de oro.

—Nombre curioso el de vuestra merced, ¿es acaso afrancesado?.—agachose el pillo para coger la mano de Alba y hacer una reverencia besando su mano.—Joan del Valle y Garrido, para servirle.

—Ahora bien, pues hechas las presentaciones, aceptaré vuestro ofrecimiento.—hizo un ademán con la cabeza y enrumbaron hacia la calesa.

—No se arrepentirá.—exclamó el chico animado por ganarse unos reales.

El moreno a quien Joan llamó Famous, corrió hacia la parte posterior del transporte y acomodose en este. El caballo blanco relinchó y enrumbaron por el camino empedrado con dirección a la ciudad.

Alba admiraba el paisaje del lugar. Cuatro cuadras avanzadas diose por terminado dicho puerto y apareció ante sus ojos la colmada vegetación que hacia su izquierda vestía aquella margen del río. Poseedor en ese entonces de aguas celestes que desembocaban en el ancho y vasto mar.

Poco a poco el paisaje fue provisto de ciertas casitas de piedras apiladas con techumbres de un tipo de paja que distaba a lo que estaba acostumbrada, sumiendola en un desgano, pensando que la ciudad sería de la misma forma. No tenía idea de que encontraría, pero optó por buscar a una prima la cual había venido a las Indias desde temprana edad y de la cual solo había mantenido conversación por medio de cartas. Era su única opción.

Peinaría la ciudad aprovechando el buen clima y el poco sol que hacía, si bien es cierto, su futuro yacía dentro de la nebulosa, pero lo que tenía muy presente es que no volvería a España jamás.

—Sooo.—oyose un grito proveniente de Joan y pronto las puertas de la calesa abrieronse.

—¿Ha pasado algo?—preguntó preocupada al muchacho sin entender la situación.

—Hemos llegado a la Portada del Callao, señora.—reverenció nuevamente y estiró su brazo para ayudar a que ella descendiera de la calesa.—Nos harán una breve inspección, muy rutinario. Nuevas leyes del Cabildo de Lima. 

La rubia no tardó en salir de aquel carruaje y asombrarse por el enorme muro de cerco con baluartes poligonales que la recibían. Dos grandes esculturas de leones ostentaban cada lado de la portada de entrada, de un estilo meramente neoclásico y trabajado en el mármol más fino. Fácilmente estas murallas poseían unas siete varas de altura.

—Buen día a vuestras mercedes, ¿Con quién tengo el honor?—preguntó un joven guardia.

—Alba Reche.—alzó el mentón e hizo un ademán de saludo—. Acabo de desembarcar de España en busca de una prima mía. Tengo entendido que vive cerca de la Calle de Mercaderes.—explicó convencida y sin titubear.

—¡Excelente! Segundo Cuartel, Séptimo Barrio. Un honorisimo placer, Señora, que sea venidera su estadía.—retirose el muchacho registrando lo acontecido con fecha, hora y datos precisos sobre el gran libro que tenía. Tintose éste y abrieronse las puertas.

—Bastante rápido fue aquello.—habló la chica. Y bastante amables se ven por aquí, pensó.

—La calle de mercaderes es conocida por su flujo alto de comercio. El que está mal con ellos, está mal con todos.—expresose el castaño, regresando a su lugar en la calesa, mientras Famous soltaba una sonrisa.

—Asumo que es de las calles más importantes.—concluyó Alba ante las explicaciones del muchacho.

—El excelentísimo Sr. D. Mikel Lacunza, natural de Navarra, ex teniente general de la real armada rige mandato sobre ese cuartel, así que nadie quiere tener problemas con él.—explicó Joan con una sonrisa, acomodando su asiento y echando riendas al caballo. Cruzaron la portada, el chico con emoción por la nueva llegada de mujer tan hermosa y la joven sin entender aún la situación.

olvídate de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora