Parte 43: Don Carlitos II

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—¿Encontró algo?

Nada.—golpeó la pared de adobe con furia, exhalando por sus fosas nasales toda la frustración que tenía contenida.—¿Dónde más podríamos buscar?

—Hemos puesto de cabeza el solar entero, Marilia.—rascó con angustia sus cabellos, la flacucha rubia que respondía.—Ni en la caja fuerte existe cosa alguna más que oro sólido.

—Pensé encontrar algo más en la alcoba de Nicolás, pero nada.—suspiró con cansancio Julia.

¿Sumercé no recuerda algún lugar, una pista que haya mencionado, otra propiedad?

Sólo posee este solar y el molino.

El molino fue el primer lugar a donde acudieron y no existe rastro alguno.—argumentó María.

—Volvamos a buscar una vez más.—Marilia obligose a caminar de un extremo a otro.—No se me quita de la cabeza lo que Doña Natalia nos dijo.

—Hagámoslo.




Horas atrás, María había encontrado la puerta del solar de Alba entreabierta, fundada en pánico y dudosa, entró hacia el mismo, cogiendo la primera vara de madera que encontrose en el camino.

Macetas rotas cerca del zaguán, habían aumentando su pulso por lo extraño de la situación.

—¿ALBA?—preguntó con la voz entrecortada.— ¡Inés!—volvía a hacer eco.

Tomó el camino derecho, entrando hacia el pequeño salón que abriase paso hacia la pulpería, pero no encontró nada más que el típico cerramiento y el orden de siempre, volvió tras de sí hacia el patio principal, titubeando, echó mirada hacia los cuatros lados y condujose hacia el pequeño jardín que daba hacia las escaleras principales, con la clara idea de subir estas.

Ni bien sus dedos cogieron impulso sobre el tablón reluciente del primer paso, una mancha de sangre, hizo que perdiera estabilidad y dejarase su calzado sobre éste por el pavor comedido en sus tripas.

—¿Qué demonios es esto?—contuvo el aire, horrorizada por la conclusión. Sintiendo un gélido frío aposentarse sobre su nuca.

Un sonido seco interpeló su entorno y agarrose a la vara como si fuera un salvavidas, giró para verse dispuesta a atacar a quien fuere, pero fue detenida por encontrar sobre sus ojos, la mirada pasmada de Famous.

—Doña, la puerta...—hizo una señal de desconcierto, haciendo un doblez con la cabeza y entrecerrando los ojos.

—Se tanto como tú, estaba por subir y he hallado esta mancha.—contó, refiriendo su mirada hacia el primer escalón.

Tragando una generosa cuantía de saliva.

El alto mozuelo, corrió para inclinarse, inspirando el aroma que desprendía y negando con rapidez, alcanzando la mirada de María, que sobaba sus brazos en busca de calor.

—Sangre.

Explicose, y sin dudar, de tres largas zancadas, llegó hasta el segundo nivel, empujando la puerta de la alcoba de Alba, encontrando un revuelo jamás visto en gallinero.

Las sábanas echadas sobre el suelo; las plumas de las almohadas, dispersas por cada rincón; el caballete aunado al lienzo, reclinado y con un agujero sobre el muro de la pared, pero lo que más preocupaba, era la estela de sangre que manchaba una de las mesillas de noche.

olvídate de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora