Solar de Doña Alba Martínez del Monte Reche, inicios de abril de 1776.
La noche había llegado a nosotras con celeridad.
Posterior a la marcha de Santiago, Natalia narró lo sucedido con su padre y la furia apareciose desde el inicio de mis pies hasta el último cacho ensortijado de mis claros cabellos, sentía mi cuerpo en completa tensión, humillarla como si de una mercancía barata tratase y no contento, atizar aquella piel de fina porcelana que tanto mis manos adoraban.
Después de todo lo transcurrido durante el día, el destino me recompensaba con poder disfrutarla un par de noches. Sentadas sobre las sillas de terciopelo azul en el balcón de mi alcoba, habíamos permanecido calladas con las manos entrelazadas. Ella necesitaba encauzar sus dudas a una clara conclusión y yo agradecía sentirme tan cómoda con el silencio que nos rodeaba, hasta que rompiose un tiempo largo después, recordando el devaneo de Mikelo.
—Mi ex prometido guardaba relaciones con una mujer del burdel.
—¿Qué?—pregunté con desconcierto, sin poder explicar la falta de moral por parte del fenecido.
—Esperaba un hijo, hasta donde tenía entendido.—profirió, bebiendo de su vaso, una mezcla de hierbas crecidas de mi pequeño huerto.
—¿Cómo te enteraste?
—África escuchó comentarios inapropiados sobre mí. Grata fue la sorpresa cuando hablaban de una "zamba" que cargaba un par de meses sobre su vientre al hijo del prometido de la "marquesita".—mirose las manos y exhaló con desánimo.
—¿Te llaman "marquesita"?
—Soy la futura marquesa más joven de la ciudad y me parece que la única.—explicó con una mueca de duda—. Todas las que conozco, rebasan los cuarenta y pico. Extraño sería llamarles "marquesitas".
Solté una pequeña risilla por la deducción de mi morena, y pude observar cuando ésta, contagió sus labios y abrió aquella ventana, dejando sus pequeños dientes al aire. ¡Qué pequeñita es!
—Quizás nótese la panza.—siguió con el relato, esta vez, de mejor ánimo.—¿Crees que sepa algo con respecto a Joan y su implicación en el asesinato?
—No sé cómo mantenían su relación, quizás él alejose cuando supo su verdad descubierta, pero no perderíamos nada averiguando.
—¿Tendríamos que acudir al burdel?—el rostro que dedicó tras la pregunta, fue pieza para una risotada, nacida desde mis adentros.
Boquiabierta, negaba con una ligera arruga entre sus cejas. Mis manos aposentadas entre mis piernas, impedían que las aguas menores, evacuaran de mi cuerpo. Inocente mía.
—¡Qué buen momento para desternillarse! Y a expensas mías la señora.—soltó cruzando los brazos y un bufido infantil, apareció en ella.
—Cariño mío...—abandoné mi sitio y coloqué mis asentaderas sobre el brazo del asiento de la morena, surcando mis manos alrededor de su delgado cuello.
—Esbozas miel de tus labios después de picarme con tu aguijón.—siguiose la misma pantomima y reí por el puchero cínico de amor que perfilaba.
Alenté a sus manos a encorsetar mi cintura y pegué mi frente a la suya, aspirando la quietud de sus cobrizos ojos. Besé la mejilla que aún rojiza apenas, avistabase a la luz de las velas repartidas sobre el balcón.
—Me preocupa.—advertí sin eliminar distancia de aquella maltratada mejilla, venerando cada fragmento de esa piel morena.
—No lo hagas, por favor, ya pasó.—acarició mi cuello con delicia y sentí encresparse mi nivea piel ante el contacto.—Mañana acudiré al funeral como tapada.—siguió el paseo de atenciones por mi mandíbula y asentí.
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olvídate de mí
Historical Fiction1775. En el primer navío de la mañana que zarpó de Cádiz para el Callao vínose Alba Martínez del Monte Reche, hija primera del Conde de Elche, escapando de su infortunio y la necedad de su progenitor.