Lima, mediados de mayo de 1776
—¡Mierda!—el sonido de un vaso haciéndose trizas sobre la pared, oyose en el solar entero.—¡¿Cómo pude ser tan imbécil?!— vociferó de manera nerviosa Don Carlos Derecho.
Volvió sus pasos a perderse a través de la pequeña habitación donde encontrábase, la oscura madera bajo sus pies rechinaba en cada zancada y la respiración del hombre ajuntabase con la ira que hervía como hoguera en sus adentros.
—¿En qué momento? ¿Cuándo ocurrió?—volvió a repetirse, llevando las manos a sus cabellos y tirando de estos.
La imperturbable paciencia que había tenido habiase deshecho en un par de trozos, golpeó la mesa cercana para luego lanzar los folios que permanecían correctamente ordenados.
—¿Quién? ¿Quién pudo entrar?
Giró, para volver al recorrido inicial.
—¿Julia? No.—negó de manera enérgica.—Es demasiado idiota.
Unos golpes llamaron desde la puerta, parando en seco sus pasos, exhaló fuego por las fosas nasales y respondió.
—Pase.—entrelazó los brazos.
—Don Carlos, perdón la molestia.—un hombre de estatura baja hizo su aparición con un sombrero sobre el pecho.—No han podido ubicar a Don Nicolás.
—Repítelo.—azuzó sin parpadear.
—Aún no dan con el paradero de su hermano.—repitió con temor.
—¡Maldita sea!—rabió, echando cuenta en golpes nuevamente el escritorio que le acompañaba.
—Señorcito, podemos buscar nuevamente si sumercé desea.—habló el hombre entre temblores.
—Lárgate.—demandó en un quejido, dándose vuelta para admirar los matorrales aforados en el campo, a través de la ventana.
—Disculpe, pero Don Miguel Ángel exigió no cesar la búsqueda, lo quiere antes de su partida y-
—¡Qué te largues!—gritó, cogiendo un candelabro y lanzando el pesado utensilio de plata hacia la dirección del hombre.
—Sí, sí.—pudo avisar el asustado servidor, alejándose del lugar.
Hizose el silencio en aquella habitación, quedando a oscuras, alumbrado solo por la luz de la luna, donde sus sentimientos afloraron sin razón.
—Regresaré a esta ciudad para matarte, Nicolás.
§
—Puto Carlos de los cojones, voy a vengar cada hecho que por ti he pasado.—rebuznaba el hermano mayor de los Derecho, apresurando el paso de lado a lado, en una secuencia desesperada que podríase cavar zanjas bajo las baldosas pulcras que le soportaban.
Unos pasos hicieronse cada vez más cercanos, siendo percibidos por este que irguió su espalda y faltaronle fuerzas para colocarse sobre el sillón más cercano, sentándose de manera despreocupada.
—Y, bien, ¿A qué debo el honor de su visita?—entraba con actitud asqueada, el Conde de la Granja, hacia su salón principal.
—Vas a tener que soltar ayuda, necesito la cabeza de Carlos.—levantó la vista para no dejar resquicio de duda.
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olvídate de mí
Ficción histórica1775. En el primer navío de la mañana que zarpó de Cádiz para el Callao vínose Alba Martínez del Monte Reche, hija primera del Conde de Elche, escapando de su infortunio y la necedad de su progenitor.