Parte 15: Calle Judíos II

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Calle Judíos, mediados de febrero de 1776


—Agra-dable

—Puntual

—Preparado

...


—No, piensa un poco más Natalia.

La futura marquesa permanecía sentada a los pies de su cama con un par de hojas y un tintero, buscaba dentro de su mente ciertos adjetivos positivos para Mikelo, su prometido, pero cierta silueta de una mujer rubia avizoraba el horizonte de sus pensamientos.

La última escena que había podido visualizar de Alba y cierta mulata desconocida, no le había agradado del todo. Poca gracia me ha dado, pensó. 


Pero, ¿Quién era ella para descalabazarse así, sobre la vida de Alba?


Primero, su yo menos pensante y fuera de sí conceptuó que aquellos comportamientos eran poco apropiados para dos damas.

Dios ha creado tanto a... ¡Pamplinas! Besaste a Julia. Y... ¡No solo una vez!


Su mente no había dejado de ametrallarla cual arcabuz. Pasó pues, luego de dicha etapa de negación a una un poco más real, la aceptación.

Verá, si a Doña Alba le agrada tal mujer y esta acepta, no veo problema alguno que se cortejen. Se lo merece... Es una mujer dulce, amable, alegre, educada, valiente, leal, firme y ...


Pero, nuevamente recaía...


—¡SIETE PALABRAS POSITIVAS PARA ALBA EN DOS SEGUNDOS! ¡SIETE! Pero para hallar fruta buena en Mikelo llevo toda la tarde. —bufó y dejose una mueca con sus labios, paseo la mirada siguiendo la trayectoria de sus cuencas— Es que... Alba es mi amiga. Si quisiera hablar de Julia podría decir que es buena persona... alegre... ¿son-riente? ¡Caramba! No.

—¡Céntrate! ¿Qué viene a mi mente cuando hablan de amor? —cogió la pluma sobre aquella hoja con palabras tachadas y un par de ojos color miel inundaron su mente, sintió por su piel un delicado aleteo de una pequeña mariposa. ¡Qué bien se siente! Cerró los ojos recordando a la portadora de fanales resplandecientes. —¿Será posible?


Levantose y arrastró sus largas piernas hasta la biblioteca del solar, cogió un pequeño candelabro ubicado en uno de los laterales de la puerta y adentrose a dicha habitación. Los muros llenos de libros de arriba hacia abajo estaban acompañados de una enorme mesa de cedro reluciente. Colocó dicho candelabro sobre la mencionada y acercose hacia un pequeño mueble muy cercano a ella, abriose con una sola vuelta con la llave que colgaba del candado, extrayendo de este un laúd.

El laúd de mi abuela, sonrió con nostalgia.


Volvió sus pasos y colocose cerca de su ventana. El atardecer caía disipando el cielo azulado y coloreando la ciudad con tonalidades rojas, amarillas y naranjas. ¡Ojalá ver esto contigo!, volvió una vez más a pensar. Sacudiose la cabeza llevando sus manos al laúd.

Cuando se despiertan las arañas de sus huecos
No puedo dormir, muero por parar el tiempo

Abrió los ojos nuevamente y los posó sobre el cuadro que Alba había hecho de ella. Sonrió, pero un cúmulo de "lo que debería ser" invadió su cabeza y palideció mientras tragaba en seco.

olvídate de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora