Parte 35: Santiago

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Solar de la Marquesa de Navarra, inicios de abril de 1776

—¿Qué hacías ahí?—llamó de manera fuerte y agresiva hacia su hija.—¿Cómo se te ocurre abandonar el solar para jugar al justiciero? ¿Tienes idea de cómo quedo frente a todos? ¡Dirán que no puedo controlar a una mocosa!

—Padre, si dejas que pueda dar explicación de mis actos, entenderá los motivos de mi accionar.—propuso Natalia con la voz pequeña y el frío sudor invadiendo sus largas manos.


Muy contadas veces, Don Mikel había llamado la atención a su primogénita. Desde niña siempre había bajado la cabeza y aceptado sin rechistar a cualquier mandato que dictaminaba la boca de su padre.

Esta actitud había sido una constante lucha entre la difunta suegra de éste y él. 

Ella, jamás permitió que fueran sobre su nieta predilecta, al punto de expulsar por unos días a su yerno por estar en contra que su pequeña Natalia, aprendiera a montar caballo. Afición siempre transmitida por los Sanabdón.

Quien intercedía ante estas riñas, no era Doña María, esposa de Don Mikel, sino la misma Natalia, quien siempre abogaba por permanecer juntos y en calma con los suyos.

"Tienes el corazón muy noble y blandito, pequeña" acariciaba el rostro de su nieta, esperando que algún día sacara aquellas garras que sabía que por herencia poseía.


—Motivos, ¿Qué motivos?. Aquí no existen motivos.—alzó la voz sin mesura—. En este solar se hace lo que yo diga, ¿Quién demonios te crees para pasar mis órdenes por encima?

—Padre, jamás faltaría su respeto, pero-

—No vas a volver a salir, Natalia.—arremetió el hombre.—Como oses poner la punta del pie fuera, no me temblará la mano.

Y, como su entrañable abuela pedía, el entrecejo de Natalia frunciose, dejando ver una mirada fría y fija hacia su progenitor. La mandíbula tensa y los dientes sin espacio alguno ante el esfuerzo hecho por ella. Los puños blancos de tanto apretar y la garganta seca, fueron el preámbulo de un carácter desconocido por todos.

—Voy a salir si lo requiero indispensable.—fue lo único que emitió de sus labios y por primera vez, la mirada de Don Mikel, dudó ante la persona que tenía frente a él.

—¿Cómo demonios te atreves? Discúlpate ante aquella locura que acabas de exponer.

—Le pagó a Joan para que acabara con la vida de Mikelo, dieronle fin a su vida fuera de las murallas, tras degollarlo.—escupió con frialdad.

Don Mikel, atónito tras la exactitud del acto, esperó un tiempo prudencial para recomponerse.

—No busques si no quieres hallar.—respondió de forma amenazante.—Vete a tu alcoba y no salgas hasta que yo lo permita.

—Encargose de ocultar el cuerpo y llevarlo a una fosa común en San Lázaro, para luego mentir sin ningún tipo de remordimiento ante la súplica de un padre por no hallar el cuerpo de su hijo.

—¿Qué ideas tienes en la cabeza?—volvió a desafiar a su hija.—Estoy harto, si sigues con estos pensamientos voy a casarte con el primero que me lo ofrezca.

—¿Cree que aceptaré?—con toda la paciencia existente en el mundo, cruzó los brazos y arqueó las cejas.—¿Me intentará casar como lo quiso hacer con Inés?

Sin vacilaciones y con toda su fuerza, desató una estridente bofetada sobre la pulcra mejilla de la morena, quien tras el impacto, no tuvo más opción que retirar hacia un lado su cabeza y acoger con sus manos el lugar donde ardía latente el golpe.

olvídate de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora