Barrio de Monserrate II, mediados de febrero de 1776
—Vuesamercé irá con uno de los grupos del segundo cuartel y liderará el subgrupo "A". —explicó Marilia con firmeza a Alba.
Era un típico martes de reunión y organizaronse según la ubicación en los que cada integrante vivía, es decir, cada cuartel se subdividió en un grupo y estos en subgrupos, conformados por tres o cuatro personas. Cada montón poseía una o un líder con su segundo al mando.
Corriose el tiempo rápido, acumulando tras este una serie de, al menos, seis reuniones de aquellos por así llamarlos "rebeldes" y, nuestra Doña Alba había destacado por su habilidad al comunicar y dar a entender el mensaje de estos. "Tiene el don de gentes", decían los indios.
Un par de veces se había subido al tablado que montaban en cada reunión y, aunque en el primero, apenas retumbaron en los oídos de los presentes aquel acentillo español fue abucheada y ganose un murmullo general, logró transmitir y convencer a la masa reunida su verdadera ideología y el rechazo a la inequidad socioeconómica colonial. En la segunda ocasión, ya ganada la mayoría de aceptación por su gran personalidad y la gran base de sus ideales, fue aplaudida y reconocida como una de las mujeres en Lima más capaces dentro de aquella causa.
Puestos en esto, no hubo objeción alguna cuando fue nombrada líder de un subgrupo y, si aún no fuere a más, María condecorada como su segunda en línea.
—Será un honor. —contestó la pequeña rubia mientras seguía aún sentada en su mesa.
—¿Quién diría que aquella joven asustadiza terminaría liderando una revuelta? —carcajeo Joan quien se había aposentado a la derecha de Alba y tenía en su mano izquierda una copa con vino.
—Ahí donde le ve, ya hizo más que su merced. —devolvió con una chanza afectuosa María, mordiéndose el labio inferior para no soltar aquella risa que tenía atrapada. Joan cambió el semblante por uno más serio, carraspeando y escondiéndose tras su copa. Enclenque, le susurró a Alba.
—María...—Alba posó la mirada sobre su amiga pero una leve sonrisa la delató. La rezongada le guiñó un ojo y volvió su atención hacia Marilia, quien había permanecido contemplando la situación.
—Prestad atención.
Se oyó una voz proveniente desde el fondo del gran salón y se creó un silencio casi sepulcral. El mismo hombre que Alba había visto en la primera de estas reuniones, subiose al estrado y empezó a impartir nombres de aquellos solares a las cuales saldrían a marcar con una señal.
Cada subgrupo debía marcar tres solares.
Pasada la medianoche, cuando la ciudad dormía y solo se oía el sonido de las aguas del río, salió Alba junto a María y Famous, el subgrupo A. Enrumbaronse hacia la pulpería, extrayeron la pintura roja escondida en la trastienda y acercaronse al primer solar indicado.
—Ya verá, su merced cuando despierten y vean todos sus portales marcados. —exclamó María mientras terminaba de esparcir la pintura.
—Acudirán a la pulpería po' algún menjunje que quite eso de su' puerta'. —río Famous.
—Vuestras mercedes gozan con este tipo de fechorías. —chistó Alba mirando hacia los lados, esperando que no hubiera alma cerca que las viera.
—Doña Alba, no me dejará menti' que esto le entretiene ma' que otra cosa.
—Te toca. —María acercó el tarro de pintura hacia la rubia más pequeña y esta arqueó la ceja.
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olvídate de mí
Ficción histórica1775. En el primer navío de la mañana que zarpó de Cádiz para el Callao vínose Alba Martínez del Monte Reche, hija primera del Conde de Elche, escapando de su infortunio y la necedad de su progenitor.