Parte 2: Calle Judíos

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Calle Judíos, Octubre de 1775.


Las pintorescas calles de La Ciudad de Los Reyes... Los limeños de esta época denominaban con un nombre propio cada cuadra, y estos no eran más que una libre improvisación popular. Tales como la calle del huevo, calle de gallinazos, calle del gato o la calle de la acequia alta, eran solo algunos ejemplos. Según el último censo realizado en 1770, Lima cuenta con 209 manzanas y alrededor de 38 000 habitantes. Imaginaos ahora aprender las nomenclaturas de cada calle...

Así pues, la Catedral de Lima poseía la Portada de Judíos ubicada hacia la nave derecha, alrededor de esta habianse colocado las efigies de judíos acusados y castigados por la Santa Inquisición, como no podía ser menos, la calle contigua a esta se llamaba Calle Judíos. 

Y... ¿Quién vivía en esa calle? Don Mikel Lacunza y su Excelencia Doña Maria Sanabdón, Marquesa de Navarra. El matrimonio poseía tres hijos: Natalia, su primogénita y futura heredera del título nobiliario; Santiago, el orgullo del padre y Elena, la pequeña de la familia. De 18, 16 y 14 abriles, respectivamente.

Asentados ya en estas tierras por un periodo de 10 años recientemente cumplidos.


—No quisiera ser tú, lo lamento, pero... ¡Dios me libre!

Acercose Elena al lado de su hermana mayor y sonrió mientras ésta terminaba de mirarse sin gracia alguna ante el espejo.

—Es un honor para mi ser heredera del título, Elena. Eres aún muy pequeña para comprenderlo.— respondió girando su mano y acariciando la mejilla de la menor con ternura.

—Pero este tipo de celebraciones no te gustan. Odias tener que ir a esas fiestas con todo los nobles estirados y ser la comidilla de la ciudad.—bufó con tristeza, mientras apoyaba su mejilla aún más en la delicada mano de su hermana.

—No pasa nada. El deber prevalece más que los gustos propios.—anunció la morena alejándose para sacar del tocador de su habitación el anillo de la familia.

—¿Te acabas de oír?

Elena frunció el ceño sulfurada por aquella afirmación de su hermana. ¿Qué pasaba por su mente?, no pudo contener su molestia.

—Basta de aquello. Esto es la realidad y te pediría expresamente que no me faltaras el respeto.— ordenó Natalia con la mirada puesta en el anillo. Le dolía tratar así a aquella chiquilla pero era necesario que dejara de agobiarla con esas ideas. Ya había tenido suficiente.

—Tenga presente, futura Marquesa, que hoy irá el hijo del dueño de La Gaceta y nuestro padre no dudará en presentaros.—inflose el pecho con aire asfixiante por aquel teatrillo—. Cumpla con su deber, próxima Marquesa de Navarra.

Lo último fue soltado con sarcasmo y cierto tufillo de descontento. Natalia lo tenía claro, no necesitaba que su hermana menor lo recordara para acentuar su molestia ante la llamada de atención que le había brindado. El deber, suspiró. 


Salieron rumbo a aquella fiesta donde se reuniría toda la clase alta de Lima, lo único que tranquilizaba a Natalia era que su mejor amigo aguardaba sin descanso por su llegada y no dejaría que algún fisgón acercarase a intentar algo con ella.

—¡Qué agradable sorpresa ver a vuestras mercedes por aquí!.—exclamó su mejor amigo al verle llegar acompañada de su madre. El muchacho tardose poco en reverenciar a cada una.

—Miguel, me alegro de verle en la fiesta de Los Aliaga.—habló la madre de Natalia con candor.—Hija, iré al salón contiguo. Con vuestro permiso.

olvídate de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora