Parte 18: Bajo el puente

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Bajo el puente, mediados de marzo de 1776


Dentro de tantos libros a los que gracias al más alto había podido acceder desde la comodidad de mi solar, existiose un par de poemarios apolvados y bien escondidos con los que pude toparme. Algunos años atrás en mi afán por practicar aún más mi latín y gozosa de mucho tiempo libre, retiré un ancho libro de proporciones grandes el cual me resultaba sumamente apetecible para saciar ese antojo. Pero al encontrarse en lo más alto de los maderos de la biblioteca familiar y careciendo aún de poca fuerza en mi brazos, cayose en conjunto tres ejemplares que hasta ese momento no conocía.

"Poesía amorosa" y "Primer sueño" cuya autora firmaba como Sor Juana Inés de la Cruz causó cierta curiosidad mientras que el otro caído poca importancia le di por estar escrito en italiano. Acuñé el polvo que había poseído algunas páginas de estos y me dispuse a ponerme cómoda para adentrarme a tal lectura.


Pletórica.

Así había quedado después de leer el primer título mencionado, aquella mujer (que por el nombre, no suponía un abanico de opciones más que odas al clérigo y otras cosas) escribiole de manera elegante y usando ciertas figuras literarias maquilladas de admiración a una tal "Lysi". Era, a ciencia cierta, una conexión a nivel espiritual... la idealización y ensalzamiento me dejaba sin agua la boca.

Recuerdo haber releído aquello unas cinco veces más, a mi cabeza llegaron mil ideas e hipótesis sobre la realidad del amor en nuestros tiempos. El adoctrinamiento que recibiamos desde niñas basado en prepararnos para la llegada de un caballero de alta sociedad que pondría fin a nuestras desdichas había sido roto gracias a Sor Juana, una mujer consagrada a Dios. ¡Ironías!

Puesta la semilla en la tierra, poco tardé en mostrarle aquellas inquietudes a Julia y a Miguel, quienes cortos a oír esto como locura, mostraron una enorme sonrisa ante mi curiosidad. Locos míos.


—¿Quisiera ser mi Sor Juana, Natalia? —Julia lanzó hacia mí aquella estocada, haciéndome batallar y ponerme en la línea de fuego. Una sonrisa burlesca la acompañó y yo solo negué contagiándome.

—¡Todos mis reales porque sea aquello realidad! —aplaudió Miguel quien acercose a mí palmeando levemente mi espalda.

—Ojalá tener aquella mente de Sor Juana, Julia. —respondí tímida, sentándome cerca de ella.

—Pero si vuestra merced canta como los ángeles aquellas rimas que su maravillosa mente le dicta. —azuzó Miguel con templanza. ¡Qué ánimos me daban este par!

—Flaco favor me hace. —terminé por sentir el carmín en mis mejillas.

—No me afectaría empezar cortejo con una o un. —contó Julia mientras suspiraba y llevaba sus manos hacia sus mejillas. —Es amor, al fin y al cabo.

—"Yo adoro a Lysi, pero no pretendo

que Lysi corresponda mi fineza

pues si juzgo posible su belleza,

a su decoro y mi aprehensión ofendo" —leyó Miguel con cariño y suspiró. —Yo espero un amor libre, no me interesa lo demás.

—¿Saben una cosa? —me miraron atentamente ante mi interrogante— A mí tampoco me importaría.— y terminamos por reír a coro.


En ese entonces, teníamos doce años. Una edad en la cual no te preocupan ciertas responsabilidades, una edad en la que eres consciente de solo la parte exterior de la fruta, una edad en la que ignoras lo podrido que puede ser el mundo.

olvídate de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora