A pesar de estar dormida, Demet oyó un golpe en la puerta y el gemido de Dilan. Mientras se esforzaba por abrir un ojo, vislumbró a Burak asomando la cabeza por la puerta.
—Joder —gritó Dilan bruscamente—. La hostia, ¿qué hora es?
—La de ir a pescar —respondió Burak en un tono demasiado entusiasta.
Dilan se pasó la mano abierta por la cara, echó una mirada envenenada a Burak y levantó la cabeza con cuidado para mirar a Demet.
—¿Te vas a levantar?
Demet miró el reloj con los ojos entornados y, al ver que solo eran las siete, se enroscó en el edredón.
—No, no me levanto —murmuró y se dio la vuelta—. Métete en la ducha y ahora me levanto.
Maldiciendo el madrugón, Dilan se escurrió de la cama y se dirigió a regañadientes al baño. Demet oyó el chasquido de la puerta que se cerraba detrás de Burak. Metió la nariz en la parte interior del codo. La luz del sol que se filtraba en la habitación amenazaba con despertarla del todo. Mientras trataba de volverse a dormir, inhaló profundamente y respiró el olor delicioso, embriagador y aturdidor de Can.
«¿Can? ¿Qué…?».
Al recordar que todavía llevaba puesta la sudadera de Can, se sentó de golpe en la cama. En un santiamén, se la quitó, saltó de la cama y la metió de cualquier manera en un cajón de la mesita de noche. Se frotó los ojos con los dedos temblorosos e intentó no pensar en cómo habría reaccionado
Dilan si la hubiera pillado con la sudadera de su amigo. Tras unos minutos, esa ansiedad repentina remitió. Se volvió a meter en la cama con un suspiro, pero no logró volver a conciliar el sueño.Dilan salió del baño gimiendo, aún disgustado y molesto. Demet se percató de que parecía cansado, pálido y ojeroso. Después de intentar reconfortarlo con un masaje, le plantó un beso en la mejilla y se metió también en la ducha. Cuando volvió a aparecer, se lo encontró despatarrado en la cama con una camiseta y unas bermudas, y los ojos ocultos bajo el hueco del brazo.
—¿Qué planes tienes mientras yo esté pescando? —preguntó con voz tenue y confusa.
—Estaré por ahí con Olivia y Tina hasta que se vayan —respondió ella, enchufando el secador—. Van a volver a la ciudad para pasar el día en casa de la familia de Tina.
Dilan se levantó refunfuñando y salió de la habitación con paso lento y vacilante. Para cuando Demet bajó, ya eran las ocho y cuarto. Dilan estaba sentado en la isleta de la cocina con la cabeza escondida entre los brazos cruzados y murmuraba para sí mismo. Can sonrió a Demet por encima del periódico. Como siempre que ella entraba en algún sitio, el cuerpo de Can se puso en máxima alerta. Notó como la sangre le bombeaba con más fuerza mientras ella avanzaba hacia la isleta. El tejido blanco y sedoso del vestido veraniego, que se deslizaba sobre sus muslos en perfecto contraste con el tono dorado de la piel, dejó a Can casi sin aliento.
Se aclaró la garganta.
—Ahora mismo está rezando a los dioses del vino para que se le pase la resaca. —Se rio y tomó un sorbo de café—. Nunca se ha llevado demasiado bien con el alcohol.
Aunque amortiguadas por el efecto de los brazos, las palabras de Dilan sonaron alto y claro:
—Vete a la mierda, Can —siseó.
Can se rio entre dientes y miró a Demet.
—¿Quieres un poco de café?
—Sí, suena genial. Gracias —respondió, y se sentó al lado de Dilan.
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Destino
Romance(Historia adaptada D&C) UN PRIMER ENCUENTRO PERDIDO. UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD QUE NO DEJARÁN ESCAPAR. Recién graduada en la universidad y tratando de hacer frente a la muerte de su madre, Demet Özdemir se traslada a la ciudad de Nueva York para inte...