Demet abrió los ojos y pestañeó mientras se ponía de lado, y bostezó. Por un segundo no supo dónde estaba. Buscó con la mirada el reloj de la mesilla de noche. Eran solo las dos de la madrugada. Entonces la realidad la superó y la embargó una profunda tristeza mientras se sentaba en el borde de la cama. Al mirar la habitación vacía, le vinieron a la mente imágenes de Can. Era obvio que no iba a volver. Tenía el ánimo por los suelos debido al dolor que sentía. Miró de nuevo el reloj antes de coger el equipaje y lanzarlo a la cama.
Tras rebuscar en él, se dirigió lentamente al baño. Le pesaba el cansancio, y el arrepentimiento le debilitaba los músculos al meterse en la ducha. Bajo el agua caliente, decidió que tenía que marcharse. No se podía quedar, aunque eso implicase pernoctar en el aeropuerto. Si bien una parte de ella le suplicaba que llamara a un taxi, fuera a casa de Can, y le implorara que volviera con ella, otra parte la protegía de salir aún más herida. Exhaló un suspiro de cansancio, cogió una toalla, y se la enrolló. Tras secarse el pelo, se puso unos vaqueros cortos y una camiseta. Recogió la bolsa de la cama, le echó un último vistazo a la impresionante habitación, y se fue.
En el pasillo, Demet se giró y sintió que le flaqueaban las piernas. Clavó los ojos en Can, que en ese momento salía del ascensor. Cuando sus miradas se encontraron, Demet intentó tragar saliva, pero tenía la garganta demasiado seca. Cogió aire entrecortadamente y lo soltó mientras él se le acercaba lentamente. Le dio un vuelco al corazón, se le detuvo y volvió a la vida cuando estuvo a pocos centímetros de ella. Su aroma embriagador y varonil la envolvía.
Centró la mirada en su boca, y dijo con suavidad:—He estado mirando al techo media noche preguntándome si de verdad podría pasar el resto de mi vida sin besar nunca más estos labios. —Can le rozó la boca con la yema del pulgar, y le recorrió el labio superior e inferior.
Ella separó los labios, tratando desesperadamente de recordar cómo respirar mientras se perdía en sus ojos. Can se acercó más.
—Me he paseado por toda la casa porque no podía dormir, imaginándome otro día sin notar este cuerpo contra el mío. Un cuerpo hecho para encajar con el mío de todas las formas posibles.
Can le rozó muy suavemente la mejilla y la curva del cuello con la yema de los dedos. El calor empezó a fraguarse a fuego lento en su estómago mientras él le recorría el hombro y le rozaba el torso hasta que finalmente se detuvo en la cintura. La apretó y el deseo le sacudió la columna.
Demet ladeó la cabeza, estremeciéndose, pero Can le puso la mano en la barbilla y se la levantó suavemente. Ella se tragó las lágrimas y dirigió sus ojos hacia él.
Can le pasó la lengua por los labios y respiró hondo.—Me ponía enfermo la idea de no ver tus ojos al despertarme o no oír tu corazón a mi lado cuando estás dormida. Con todo eso en mente, he decidido que no, no pienso pasar un día más sin ti. No quiero vivir sin ti. —Él se acercó más aún y, de repente, Demet se vio con la espalda apoyada contra la puerta de la suite—. Sellaste tu destino en el momento en que apareciste en mi casa aquella noche. —El corazón de Demet latió con fuerza, y él le cogió el rostro entre las manos—. ¿Tú me amas, Demet?
A ella se le hizo un nudo en el vientre y su respiración se volvió superficial.
—Sí, te amo —susurró, sumergida en sus ojos.
Él se humedeció los labios, colocó la mano en la puerta y le dijo al oído:
—¿Sabes que te amo?
Demet oyó cómo se cerraba la puerta.
—Sí —dijo tomando aliento.
Can le rodeó la cintura con el brazo, le arrebató la bolsa que tenía en la mano, y la atrajo aún más contra su pecho. El calor abrasador de su cuerpo hizo que las emociones de Demet se estrellaran sobre un acantilado.
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Destino
Romance(Historia adaptada D&C) UN PRIMER ENCUENTRO PERDIDO. UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD QUE NO DEJARÁN ESCAPAR. Recién graduada en la universidad y tratando de hacer frente a la muerte de su madre, Demet Özdemir se traslada a la ciudad de Nueva York para inte...