Can se pasó las manos por el pelo y suspiró; sintió un sudor frío al echarle un vistazo al dormitorio: no había nadie. Con el corazón en un puño, se sentó en el borde de la cama y luego salió al salón.
—Cansu, tienes que levantarte —gritó al entrar en la cocina, donde empezó a prepararse un café que necesitaba como agua de mayo.
Tanteó la idea de echarse alcohol en la taza, teniendo en cuenta la persona que estaba tumbada en su sofá, pero al final se echó atrás. Antes de quedarse dormido la noche anterior, decidió llamar al hermano de Cansu y se enteró de que toda su historia era mentira, seguramente un burdo ardid para recuperarlo o bien sacarle dinero. Su hermano le confirmó que su padre estaba metido en otro lío, pero estaba vivito y coleando, escondido en México.
Ella murmuró algo que no alcanzó a entender y tiró de la manta dándole la espalda al tiempo que le hacía un ademán como si fuera una molestia en esta plácida mañana de lunes.
—Lo digo en serio. Tienes que levantarte. No olvides que tienes un funeral que organizar. Y ahora mismo puede que no sea el de tu padre porque estoy que trino. —Cogió una taza del armario y se miró el reloj, que marcaba las siete y cuarto. Como Cansu ni se movió, pensó que tendría que usar algo más drástico—: Nunca le he puesto la mano encima a una mujer, pero ahora mismo haces que me lo plantee. Levántate ya.
Eso sí la hizo reaccionar. Se incorporó un poco y se frotó los ojos.
—¿Por qué tienes tantas ganas de que me largue?
—No dejas de sorprenderme —resopló, sacudiendo la cabeza. Le dio un sorbo al café—. Eres una caja de sorpresas.
Ella se levantó del sofá y se fue a la cocina sin ponerse los vaqueros.
—Anda, Can. —Le acarició la mandíbula. Él se apartó con brusquedad y dio un paso atrás—. ¿Qué te pasa? —preguntó con los ojos muy abiertos—. Antes te encantaba que te tocara. Haces como si tuviera la lepra.
Él dejó la taza en la encimera y la miró con el ceño fruncido.
—Es que infectas todo lo que tocas —susurró con los dientes apretados—. Voy a ducharme. Como aún estés aquí cuando termine, te sacaré yo mismo.
Se dio la vuelta para irse, pero ella lo cogió del brazo.
—Todavía te amo —exclamó. Can se zafó de ella—. Dejarte fue el mayor error de mi vida. Podemos solucionarlo.
—Como te acabo de decir, si salgo de la ducha y sigues aquí, te sacaré aunque sea a rastras. —Su tono no dejaba lugar a réplica. Se fue al dormitorio, pero justo antes de entrar, se volvió para mirarla con una sonrisa en los labios—. Y, por cierto, estoy enamorado hasta las trancas de otra persona. Ella es todo lo que tú no eres ni podrás ser en la vida. Supongo que debo agradecértelo. Gracias, Cansu, de verdad. Gracias por irte y dejarme jodido una temporada. Ha sido lo mejor que has hecho por mí.
Sin perder esa sonrisa irónica, Can hizo una reverencia, se rio y se fue a su habitación.
—Vete a la mierda, Can —le espetó con los ojos como platos por ese rechazo tan contundente.
Y dicho eso, él soltó una última risa gutural y cerró la puerta.
El olor celestial de los típicos bagels neoyorquinos recién hechos flotaba en el taxi que compartían Olivia y Demet. Mientras el granizo seguía cayendo sobre el coche, retumbando como si tiraran monedas desde el cielo, Demet luchaba contra las ganas de meter la mano en la bolsa y zamparse uno.
—Oigo como te gruñe el estómago a pesar del ruido del granizo —dijo Olivia—. Toma, anda. —Le dio una manzana—. Por lo menos cómetela antes de llegar a su casa.
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Destino
Romance(Historia adaptada D&C) UN PRIMER ENCUENTRO PERDIDO. UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD QUE NO DEJARÁN ESCAPAR. Recién graduada en la universidad y tratando de hacer frente a la muerte de su madre, Demet Özdemir se traslada a la ciudad de Nueva York para inte...