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Demet entregó el equipaje a la azafata al entrar en el avión privado de Industrias Yaman mientras la consumía por dentro el miedo y la desesperación por Can.

Olivia arqueó una ceja con aire juguetón.

—Mmm, quizá tendría que romper unos cuantos corazones para conseguir un trato especial como tú… Sí. Decidido. Mientras estés fuera, me buscaré algún tío rico, lo putearé un poco y haré que su hermano me envíe a su encuentro rodeada de un lujo de cojones para recuperar su amor.

Demet se quedó mirando a Olivia boquiabierta.

—Ya sabes que estoy de broma, Dem. —Olivia se rio y la agarró de la mano, arrastrándola hacia la parte trasera del avión.

Demet suspiró, sacudió la cabeza e intentó seguirle el ritmo.

—¿Qué haces, loca? Tú no vienes. ¿O esto también lo has decidido por capricho?

—Este es el nuevo avión de Industrias Yaman y, si crees que me voy a bajar antes de ver hasta el último centímetro, es que eres tan voluble como pensaba. —Olivia se detuvo y resopló—. Es un chiste. Voluble, volar, volando. ¿Lo pillas?

—Sí, lo pillo, Oli. ¿Y quieres saber lo que yo he decidido por capricho?

Olivia inclinó la cabeza con los ojos abiertos.

—No habrás cambiado de opinión,¿verdad? Te he dicho que estaba de broma, Dem. Ya sabes que soy tu mayor fan ahora mismo. Sé que esto te asusta, lo de volar y la posibilidad de que Can no quiera volver contigo, pero tienes que hacerlo. El piloto no parece borracho, bueno, no demasiado, así que se puede decir que estás en buenas manos. Además, si no vas, nunca sabrás lo que podría haber pasado entre Can y tú, y lo lamentarías el resto de tu vida.

Demet le puso las manos sobre los hombros.

—No he cambiado de opinión, Olivia, pero he decidido no dejarte tomar café nunca más. —Bajó los brazos y sonrió—. Para alguien que prácticamente tiembla después de una taza, con dos parece que haya estado fumando crack.

—Ah, vale. Mi madre me dice lo mismo, excepto lo de fumar crack. —Olivia alcanzó la puerta de la cabina trasera—. Normalmente dice que parece que he cometido un asesinato.

—¿Qué haces? No podemos entrar ahí.

Olivia giró la cabeza con brusquedad.

—¿Por qué no?

—Porque es la cabina privada de Can y Osman.

—Ya ves qué problema. —Olivia se encogió de hombros y abrió la puerta de un empujón—. Como ya te he dicho, quiero hacer una visita completa antes de bajarme.

Demet sacudió la cabeza y vio a su amiga desaparecer tras la puerta de la cabina. Al empezar a rugir los motores, cerró los ojos con fuerza y se agarró a la parte superior de los asientos de cuero color crema que tenía a ambos lados. El sonido de la vibración despertó enseguida su fobia a volar. Empezó a temblar y, con la respiración agitada y el corazón a punto de salírsele del pecho, se repetía a sí misma la única razón por la que estaba allí.

«Can…».

Se enderezó, se secó el sudor de la nuca y dio un par de pasos hacia delante, reprimiendo el instinto de largarse del avión. Trató de respirar profundamente por la nariz conforme daba otro paso, casi perforando el cuero frío con las uñas. Mientras agarraba el suave marco caoba de la cabina, echó un vistazo y encontró a Olivia despatarrada en una cama king size, con una sonrisa que demostraba su comodidad.

—Tienes que levantarte —repuso Demet, y atravesó la habitación temblando.

Olivia se incorporó y frunció los labios, flaqueándole la sonrisa.

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