—Estoy seguro de que como me sigas apretando así la mano, me vas a cortar la circulación. —Can miró la mano sudorosa de Demet agarrada a la suya como si estuviera en plena montaña rusa y tuviera que salvarse de una muerte segura. Sabía que tenía miedo de volar, pero, joder, teniendo en cuenta que abultaba la mitad que él, no se podía creer la fuerza que tenía—. ¿Cómo voy a poder ayudarte si pierdo una mano? Tengo mucho talento, pero tener solo una mano puede ser contraproducente en los preliminares.
Demet tragó saliva e intentó centrarse en la sonrisa de Can y sus hoyuelos.
—Cierto. Una mano solo no mola. —Respiró hondo para calmarse, antes de suavizar ligeramente su agarre y de cerrar los ojos con fuerza—.¿Queda mucho para que aterricemos?
Can alzó la mano derecha, que daba la casualidad de que no era la que estaba intentando apretujar, y le acarició el mentón con los nudillos.
—Diez minutos.
—Diez minutos —repitió ella con voz temblorosa—. Está bien. Diez minutos. Puedo soportarlo.
Can se rio entre dientes.
—Tengo plena confianza en ti. Pero bueno, yo me ofrecí a mantenerte ocupada en la cabina y tú lo rechazaste. Sabes que habría ido sobrado para un vuelo de cuatro horas… o más.
Demet abrió los ojos sonriendo y enarcó una ceja.
—Can Yaman.
—Demet Özdemir —imitó, ensanchando la sonrisa—. Solo intentaba calmar tus nervios logrando que te unieras al club de las que han follado en un avión. Solo habrías tenido que temer que no parara una vez aterrizáramos. El jet habría estado dando tumbos en la pista de aterrizaje. —Se inclinó hacia ella y le rozó la nariz. Sus palabras salieron lentas y roncas—: Oh… sí.
—Estás enfermo. —Demet se rio y se mordió el labio.
—Enfermo de amor, cariño.
Cuando el avión comenzó a descender, Demet volvió a apretarle la mano y se le tensó el cuerpo del miedo. Se echó hacia atrás en el asiento y soltó el aire. El aterrizaje era lo que más terror le producía.
—Ay… joder.
—Qué erótico ha sonado eso —dijo Can de broma, aunque no del todo. Sí que había sonado erótico—. Ya te lo he dicho antes. Tienes la habilidad de hacer que las frases más sencillas suenen mal. Me acaba de venir a la cabeza una imagen de ti, de lo más dulce, en un confesionario, hablando con un cura.
—¡Can! —soltó en un susurro luchando contra la sonrisa que amenazaba con dibujársele.
Can se inclinó hacia ella, se mordió el labio y observó a sus bien abiertos ojos.
—Coletitas. Minifalda. Piernas ligeramente abiertas. Braguitas de encaje negras. Mmm… un hombre con suerte. —Demet intentó respirar cuando él comenzó a subir la mano por su pierna desnuda. Unos escalofríos la recorrieron de pies a cabeza—. Estabas confesándole las cosas perversas que te hago y de las que nunca tienes suficiente. —Deslizó los dedos por debajo de su falda y abrió poco a poco sus piernas—. Cómo te hago gemir. Cómo, justo antes de correrte, te hago esperar y vuelvo a empezar de nuevo. Tu respiración, entrecortada. Tu cuerpo estaba… hirviendo por mí, igual que ahora.
Demet era incapaz de pensar cuando se inclinó hacia ella y acarició sus labios suavemente con los propios. Mordió el labio inferior e hizo circulitos con los dedos.
—¿Sabes qué? —susurró él con voz grave y mirándola con intensidad.
Demet apenas podía pronunciar palabra. Joder, apenas podía hablar. Maldito fuera.
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Destino
Romance(Historia adaptada D&C) UN PRIMER ENCUENTRO PERDIDO. UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD QUE NO DEJARÁN ESCAPAR. Recién graduada en la universidad y tratando de hacer frente a la muerte de su madre, Demet Özdemir se traslada a la ciudad de Nueva York para inte...