Minatozaki Sana es puramente orgullosa, egoísta, solo piensa en sí misma y en el provecho que puede sacar de todo. En salir de fiesta siempre que pueda y pasarlo bien todos los fines de semana, como cualquier adolescente a su edad.
Sana termina ebri...
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La señora Minatozaki le gritaba más que enfadada a su hija tras el teléfono móvil, Momo había intentado salvar a su amiga del gran regaño, pero la mujer insistió en querer hablar con Sana.
—¡Esto no es un hotel Sana! ¡Ya quieres pasarte la vida en la calle! —le gritaba y la mencionada alejó el móvil de su oreja —Me haces el favor y le das las gracias a la señora Hirai y a Momo y vienes aquí antes de las once de la mañana ¿entendido?
Sana no respondió sólo resoplo y su madre volvió a gritar.
—¿Sí o no señorita?
—Que sí mamá, chaito te me cuidas —dijo por último antes de colgar y tirarse en la cama de su mejor amiga.
Genial, se acababa de levantar con un dolor de cabeza infernal y ya su madre la quería asesinar. Minatozaki suspiró tirándose a la cama y al instante se sorprendió al notar las leves caricias de Hirai en su cabeza.
Normalmente era al revés, pero esta vez Momo parecía compartir el dolor de la japonesa menor.
—¿Te acompaño a tu casa?
—No, ya has hecho suficiente—negó con la cabeza y notó como la chica finalmente la abrazaba quedándose en silencio por un buen tiempo.
De pronto la discusión del día anterior vino como un rápido flashback a su mente, y el cómo le había gritado a su Momorin.
Le sentaba fatal hablarle mal a su alma gemela (sí, alma gemela así se habían llamado más de una vez) y mucho más discutir y pelear.
—Momo...siento lo de ayer.
—Ya me pediste perdón, no te preocupes. Es una tontería.
—Pero...—Momo apretó la mejilla de la contraria silenciándola.
—Venga, te acompaño a tu casa y tema zanjado —rió dejando un beso en la cabeza de la japonesa menor.
Sana se giró asintiendo finalmente para darle la razón a la mayor, quien se levantaba de la anatomía de la más joven.
—Antes déjame darle las gracias a tu madre y hermana.
Tal y como dijo se levantó para agradecer sus acciones, no sin antes mirarse en el espejo del pasillo.
Tenía las orejas rojas y las mejillas algo coloradas.
✌🏻✌🏻
En cuanto pisaron el recinto Minatozaki ambas muchachas se miraron a los ojos y soltaron una risa. Se la habían pasado hablando sobre lo que Sana había estado diciendo durante el trayecto a casa de los Hirai y cómo vomitó por la ventana.