Minatozaki Sana es puramente orgullosa, egoísta, solo piensa en sí misma y en el provecho que puede sacar de todo. En salir de fiesta siempre que pueda y pasarlo bien todos los fines de semana, como cualquier adolescente a su edad.
Sana termina ebri...
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El dolor de cabeza era insoportable, el olor que almacenaba la habitación de Myoui con nueve adolescentes dentro después de una noche de fiesta no ayudaba para nada.
Muchas hormonas juntas.
—Dios Sana, has vomitado a Dahyun y a ti también —contuvo las arcadas Mina al encender la luz.
Eran las dos de la tarde y los teléfonos de las chicas estaban llenos de llamadas pérdidas de sus padres.
—Nooo abrid las ventanas coño —chilló Momo corriendo al baño para vomitar, acción que imitó Chaeyoung y Jeongyeon.
—Ya lo limpio yo, lo siento Mina —se tapaba la boca Kim quitando la sábana.
Bueno, lo que habían hecho era echar los colchones e hinchar alguno para juntarlos y así dormir pacíficamente.
Lo único que recordaban era que de lo borrachas que estaban tiraron una zapatilla a una de las lámparas para pagar la luz.
Y fue Nayeon.
—De qué te ríes —frunció el ceño Sana viendo a Nayeon con el pelo hecho un desastre y todo su maquillaje corrido partiéndose el culo de la risa.
—De que nos van a matar...—finalizó para ir a ver cómo se encontraban las chicas.
—Tengo hambre —se quejó Chou yendo tras Mina que acompañaba a Dahyun a lavar las sabanas. —¿Myoui que vamos a comer?
Por último, Jihyo estaba mirando a un punto fijo mientras varios flashbacks venían a su cabeza de lo que había hecho.
Y el recuerdo del beso vino a su mente y se llevó las manos a la cabeza mirando a Sana que seguía quejándose del dolor de cabeza.
"¿Qué hice?" Aterrada tomó su teléfono viendo las historias de sus amigas y suyas propias. Nada fuera de lo común.
Bueno. Un vídeo de Nayeon lanzándole un cubata a Jimin a la cabeza.
—Ahh, mierda —suspiró cuando observó a la japonesa acercarse a ella.
—¿Que le pasa a la Diosa de este Olimpo? —cuestionó rozando su mano con la contraria.
No podía creer que había cometido el grandísimo error de caer bajo el encanto de Sana, pero es que le fue prácticamente irresistible en cuanto estuvo a centímetros de sus labios.
Tenía algo que la hacía irresistible, ese algo que hacía arder su interior en llamas cada vez que le lanzaba esas miradas coquetas.
—Sana tú...—la miró y fue acercándose a su cara.
Minatozaki abrió los ojos al ver como la líder observaba sus labios sin temor alguno, ¿no había tenido suficiente con lo del día anterior?
—Apestas a vomito, ve a ducharte —la empujó para luego cruzarse de brazos y salir de la habitación dejándola sola.—Dios aquí huele a humanidad ¡Minari te ayudamos a limpiar antes de que vengan tus padres!