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Estaba realmente agotada y ese agotamiento tenía nombre y apellido, Alycia Debnam.

Aun se sentía rara, vagamente recordaba el principio de su historia, donde la tomaron por loca por el hecho de haberse enamorado de alguien mientra estaba en coma, luchó por un amor que parecía que los planetas no se querían alinearse a su favor, sufrió como desgraciada cuando la tuvo y la perdió, y ahora, presente y sin dudarlo futuro, ese amor estaba devuelta y confiaba que era para quedarse.

Ayer se pasó el día con su hija Lexa, como adoraba ese nombre. 

Aprovecharon el buen tiempo para salir al parque, visitar a su madre, jugar en el castillo hinchable que ocupaba la gran parte de su jardín y ella por supuesto, sin desatender a  su hija, preguntarse si era feliz. 

Innumerables veces se hizo la misma pregunta estando con Richard, siendo un SÍ acompañado de un PERO y en esta ocasión, no era muy diferente. Alycia le hacía feliz y el miedo que se instalaba en medio de esa felicidad, le impedía que fueran dos añadiendo al Sí, un PERO sin remedio.

Alycia la amaba, pero Clarke la amaba profundamente.

>>¿Y si se va de nuevo?<< >>¿Y si no nos entendemos?<< >>¿Y si no funciona?<<>>La tercera debe de ser la vencida ¿no?<<

Y si...era el problema de todas sus preguntas, era normal que tuviera miedo, se estaba ilusionando y era consciente de ello, había una fuerza superior que le imposibilitaba ponerse una coraza ante sus emociones y si algo saliera mal, ella estaba al cien por ciento de que no lo soportaría, la primera vez; se volvió loca buscándola, la segunda; casi acaba con ella, una tercera, sería su destrucción y eso no podía permitírselo.

Dicen que de amor uno no muere, estaba de acuerdo con ello, porque no mueres, lo que muere es esa capacidad de sentir sin miedo y precisamente ese era su mayor problema, el miedo.

Y en momento de euforia, la quería y lo sentía todo con ella de forma intensa, hasta que soledad tocaba su puerta y la inseguridad era testigo de sus pensamientos. Todo un vaivén de toma de decisiones, un sin fin de preguntas con respuestas indecisas.

Se prometió ese domingo tirada entre las bolas del castillo hinchable observando a su hija, que no iba a dejarla sola, no podía hacerlo y para cumplir su palabra, tenía que decidir si Alycia iba a formar parte de esa promesa.

El día pasó en la confidencialidad y complicidad de madre e hija y con ello su dignación de responderle a la ojiverde que la había llamado alguna que otra vez a lo largo de la tarde y dejado algún que otro mensaje vía WhatsApp, decidió llamarla y esa noche, acompañada de la soledad de su salón con una copa de vino blanco en una mano y la voz dulce en el otro lado de la línea, hicieron que sus ocho horas de descanso redujera a cuatro y el silencio como único testigo de que esa llamada se finalizó con una oleada de placer donde tuvo que atender a sus propias necesidades.

Hizo una nota mental tras dejarle a su hija en el colegio, que era la última vez que dormiría tan tarde, diciendose a sí misma, que tenía que dejar de mentir tantas veces en lo mismo.

Puso su bolso en su escritorio junto a su café ahora salvavidas y su portátil en su silla, cuando algo le llamó de sobremanera la atención.

-¿Qué...-Dejó su pregunta en el aire al coger la caja, esa bromita solo  podía hacérsela una persona.-Raven, sal de donde quieras que estés, eres demasiado predecible amiga.-Alzó la voz esperando oír la voz burlesca en cualquier momento, acto que no sucedió.

Sin meterse en el papel de Sherlock Holmes, cogió su móvil y marcó a la latina.

-¿Cómo amaneció mi rubia favorita?-Fue lo primero que escuchó y podía imaginarla sonriendo de oreja a oreja.

QUÉDATE CONMIGO 2.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora