QUÉDATE CONMIGO 2.

AMOR INCONDICIONAL.

Desde que Clarke recibió aquella carta ya no hubo besos por parte de Nadia Hilker, porque esos besos finalizaron cuando Clarke no la llamó para avisar de que ya no habría una presentación formal con sus amigas, que esa relación que entablaron a paso lento dejó de existir en el momento que supo de quién se trataba aquella carta, nunca le dió una explicación a Nadia del porqué no le contestaba las llamadas, los mensajes o porqué no quería ya nada con ella, no le dió una explicación porque el tiempo se detuvo ante sus ojos cuando supo de Alycia en unas letras perfectamente cursivas plasmadas en un papel que le arañó de forma brutal el alma, que la ahogó en el llanto durante días, que simplemente la hizo feliz y la destruyó a la vez, sus noches era puro dolor al intentar no releer aquella carta y acababa con unas cuantas gotas de lágrimas borrando aquellas palabras increíblemente dolorosas para ella por el simple hecho de no poder hacer nada para contestarle, absolutamente nada porque el tiempo, sin que ella se diera cuenta iba avanzando, todo avanzaba hasta que se graduó en arquitectura junto a sus dos mejores amigas que la sostuvo en pie cuando quiso caerse y la obligaron a seguir hacia adelante.

Claro que hubo innumerables momentos en el que su cuerpo experimentaba placeres sexuales que tanto la tentaban, pero nunca llegó a ese placer que tanto le hizo falta en innumerables ocasiones, porque sabía de antemano que ese placer solo lo encontraría en el cuerpo de una mujer, una mujer que después de tantos años el timbre de su risa, su voz ya era un eco casi inentendible dentro de su cabeza.

Las personas no cambian, mejoran...o eso es lo que Clarke quiso pensar cuando comenzó su nueva vida de mujer adulta y con responsabilidades que tenía que cumplir, sobre todo cuando el vacío que tuvo en su pecho durante 5 años fue llenado por un amor incondicional cual se entregó ciegamente y se sentía feliz al lado de esa persona durante los siguientes 5 años, su sonrisa, su mirada, su voz, su tacto, sus cálidos abrazos...todo de esa persona la hacía feliz y esa felicidad fue lo que consiguió que Alycia ya no fuera dolor insoportable, porque ese dolor fue reemplazado por otro amor. Para Clarke, Alycia se había quedado ya en el pasado donde aprendió lo que era el amor y el dolor a la vez y esos 10 años sin saber nada, absolutamente nada de ella, le sirvió para ver el mundo de otra forma.

-¡Cariño baja a desayunar ya o llegarás tarde!-Alzó la voz Clarke desde la planta baja sirviéndose una taza de café.

-¡Ya voy!-Escuchó cómo le respondía desde el segundo piso y sonrío sintiendo esa cosquilla en su corazón como si se tratase de una caricia, porque esa era su gran felicidad mañanera sin importar cómo había amanecido.

Escuchó como unos pasos apresurados bajaban las escaleras y en menos de cinco segundos hacía su aparición por la cocina con una hermosa sonrisa dibujado su rostro.

-Buenos días mi vida.-Dijo Clarke dejando su taza en la encimera para darle el acostumbrado abrazo mañanero a aquella persona que ya se acercaba a ella con sus brazos abiertos.

-Buenos días mamá.-Le contestó la niña cuando Clarke la alzo entre sus brazos.-¿Me has preparado tortitas?-Preguntó tras dejarle un sonoro beso en la mejilla de su madre.

-¿Lo dudas?-Preguntó Clarke y la pequeña de ojos esmeraldas le sonrió alzando sus bracitos con ilusión al ver las respectivas tortillas en su platito de plástico solo para ella.

-¡¡¡Si!!!-Celebró la pequeña cuando Clarke la sentó en su silla y comenzó a echarse sirope de chocolate por las tortitas con mucho entusiasmo.

-Ey, no te pases de chocolate.-Le advirtió Clarke sentándose enfrente la pequeña.

-Es que me guta mucho mami.-Sonrió la niña llevándose un trozo de la tortita a su boca.

-¿Estás ansiosa por ir al colegio?