Henry Potter fue un mago de sangre pura que fue el padre de Fleamont Potter, y por ende abuelo paterno de James Potter y bisabuelo de Harry Potter.••
Apolline Abott era irreal.
Su cabello color oro y sus ojos claros podían enamorar a cualquiera que la viera pasar por su lado dejando un suave perfume de flores a su paso. Tenía un andar elegante, como si fuera de la realeza; y vestía siempre ropas formales, aunque estuviera en un periodo libre, sentada en su sala común.
Amiga de todo Hogwarts, era demasiado amable con todos, desde el pequeño de elfo doméstico de la cocina hasta con los Slytherin de último año, quienes no solían ser amables con nadie que no sea de su casa, excepto con esa rubia Ravenclaw que parecía encantar a todos.
Y Henry Potter se había enamorado de ella desde que la vio por primera vez en una cena entre las dos familias amigas cuando ambos apenas tenían nueve años, muy antes de que el supiera lo que era realmente estar enamorado. Verla constantemente en cenas familiares y en Hogwarts solo había intensificado ese enamoramiento, demasiado dirían sus amigos. Pero para su felicidad, Apolline también parecía haberse enamorado de él. Eran jóvenes, pero ellos ya estaban seguros que pasarían el resto de sus vidas juntos y que tendrían cuantos hijos fuera posible.
Podía sentir su amor por el cuando ella lo miraba, con sus ojos podía transmitirle todo lo que sentía. Podía sentirlo en su suave y gentil toque, también en la manera en la que lo besaba cuando estaban solos.
El quería casarse con ella, quería verla en un vestido elegante de color blanco, con un maquillaje sutil y caminando hacia el altar con las familias de ambos alrededor. Quería compartir su vida con esa bruja.
Aquella noche Apolline se veía más preciosa que de costumbre. Apenas habían terminado su último año, estaban en una cena elegante entre su familia y la de ella. La rubia estaba envuelta en un elegante vestido color azul marino que resaltaba el color de sus profundos ojos, llevaba su cabello corto, ondulado y con una cinta del mismo color de su vestido decorándolo.
Henry sonrió como idiota al verla entrar con sus padres delante de ella; estaba seguro de lo que haría, ya había pedido la mano de esa joven mujer al matrimonio Abott, quienes habían aceptado con gusto, ahora se la pediría a ella.
Apolline era una bruja de sangre pura y perteneciente a la aristocracia británica, así que cuando el había comentado su deseo de casarse con ella al matrimonio Potter, ellos habían aceptado contentos, además de ser un matrimonio que uniría a dos familias poderosas, ellos serían felices puesto que se amaban con locura.
—Hola, tonto.— Murmuró con una voz dulce ella.
—Amor.— El besó su mejilla para luego mirarla con una gran sonrisa. —Luces preciosa, como siempre.—
—Ay, cállate.— Rio Apolline.
—¡Oh, Ally!— La madre de Henry enseguida apareció envolviendo a la joven en un abrazo. —¡Te extrañé!—
La joven bruja le devolvió el abrazo con el mismo cariño y pronto Henry las vio envolverse en una charla amena y natural, ambas se llevaban demasiado bien y el amaba eso. Las dos mujeres más importantes de su vida se querían.
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La cena transcurrió como siempre solía.
La charla cálida y la comida deliciosa siempre presente, hablaron de trabajo, de Robert (en hermano mayor de Apolline que trabajaba ya en el Ministerio), y de un montón de cosas más. Henry estaba sentado al lado de Apolline, quien parecía ajena a lo nervioso que se sentía el, podía sentir el peso de la caja aterciopelada roja con el anillo adentro en su saco y su corazón acelerado. Estaba seguro que ella diría que si, se amaban con locura. No entendía porque el nerviosismo que sentía en esos momentos.
El señor Abott aclaró su garganta logrando que un silencio se apoderara del comedor elegante de la familia Potter. Henry supo que era el momento en que debía tomar el gran paso, a tan sólo sus diecisiete años.
—Apolline, mi niña.— Habló el, miraba a su hija con un tremendo cariño. —Estas hecha una hermosa mujer, terminaste el colegio con excelentes notas, decidiste que querías trabajar en el Ministerio a mi lado y al lado de tu hermano, y tienes a un gran hombre a tu lado.— Apolline miró brevemente a Henry con una sonrisa tierna.
—Padre, ¿que sucede?— Preguntó ella viendo cómo al hombre se le llenaban los ojos azules de lágrimas. El hizo un ademán restándole importancia.
—Sabemos que lo amas y sabemos que el te ama también. Pero no sabes que hace una semana el fue a nuestra casa.— Continuó Edward. —Habló de lo mucho que te ama. Mi niña, nunca vi a un hombre tan enamorado de alguien.— Henry sintió la mano de Apolline acariciar la suya en un gesto íntimo. —Por eso el tiene algo que decirte.—
Al verla, Henry se mareó. Apolline tenía lágrimas en sus ojos pero estas solo acentuaban lo bonita que ella era, parecía que el azul de sus ojos quería desbordarse, ella le dio una sonrisa preciosa y el soltó un suspiro.
—Te amo.— Dijo Henry. —Eres la mujer de mi vida, lo supe desde que te vi por primera vez en ese vestido celeste con volados. Lo supe cuando te vi llevarte tan bien con mis padres, cuando estudiabas en la biblioteca para los TIMOS y cuando nos besamos por primera vez.— La rubia lo miraba con atención. —Lo supe todas las veces en que las que estabas relajada e imperturbable. Te amo y eres mi vida entera.—
—Oh, Henry.— Murmuró con ternura la bruja.
Corrió la silla y se aclaró la garganta clavando una rodilla en el suelo, Apolline abrió grande sus ojos y entreabrió su boca sorprendida, entendiendo lo que sucedía a la perfección. Envolvió su mano en la caja de terciopelo y la abrió delante de ella, un elegante anillo de diamantes brillaba dentro.
—¿Te casarías conmigo, Apolline?
—Si.— Asintió riendo.
A través de sus lágrimas el pudo ver sus ojos brillando con felicidad. Ella extendió su mano y Henry colocó el anillo en su fino dedo, antes de que pueda levantarse para besarla, ella se agachó para ello. Lo besó con lentitud y con amor, fue el beso más tierno que alguna vez habían compartido en su vida.
Detrás de ellos, los adultos soltaban exclamaciones felices, ambos se levantaron y sus padres se acercaron para felicitarlos. Henry no cabía de felicidad, se casaría con el amor de su vida en un tiempo.
Apolline sería una Potter dentro de poco.