Aquella acogedora casa se había convertido en un lugar familiar y habitual para Newt Scarmander.
Las paredes de ladrillos viejos, las miles de llamativas plantas y alguno que otro animal mágico pasando por allí eran cosas que podía decir que veía normalmente.
A lo que nunca se acostumbraría era a la joven y bella mujer que vivía en esa casa. Jelka era una visión que ningún hombre podría tolerar mucho tiempo sin enamorarse perdidamente, y el pobre mago entendió el porqué.
No era sólo su inigualable belleza o sus poderes de veela. Era también su cautivadora personalidad, era una amante de la naturaleza, cuidaba a todas sus plantas como si fueran su vida misma y los animales del bosque de atrás pasaban siempre por su casa por algo de comida o un poco de su cariño. Jelka era también amable hasta morir e inteligente.
Cuatro meses.
Cuatro meses habían pasado desde que la había conocido, cuatro meses conviviendo con ella y tratando de ganarse su confianza, y lográndolo de a poco. Se había quedado en una pequeña posada las primeras semanas pero luego Jelka había insistido en que podía dormir en su casa así que así lo había hecho.
La parte trasera de la casa de Jelka consistía en un jardín con plantas perfectamente ordenas y frondosas para luego convertirse en un bosque espeso que albergaba animales tanto mágicos como normales, y allí es donde la joven mujer amaba pasar el tiempo, así que a Newt no le sorprendió verla caminar hacia el inicio del bosque esa mañana, con un vestido extraño y descalza a pesar del frío que hacía. La observó cuidar sus plantas con atención, parecía concentrada y pacífica en ese lugar.
Se distrajo unos segundos mirando al bowtruckle que había aparecido por dejando de la manga del brazo que sostenía su libro de bocetos hasta que escuchó la risa melodiosa de la veela. Abrió ligeramente su boca ante la imagen que tenía frente a él.
Jelka sonreía mientras acariciaba con amor a un unicornio. La piel de Jelka así como el pelaje del unicornio parecía resplandecer, compitiendo por cual lo hacía más, Newt jamás había visto algo tan hermoso en su vida. Rápidamente, se sentó en el pasto húmedo por el rocío de la mañana sin importarle lo húmedo que podía quedar su pantalón. El unicornio y Jelka parecían tener una conexión especial que el nunca había visto que la joven veela tenga con otros animales, ambos irradiaban confianza y cariño. Trazó con cuidado al animal para luego trazar Jelka, fijándose cuidadosamente en sus facciones afinadas, en sus cabellos platinados y en sus regordetes labios, al mirar sus ojos en la lejanía, azules y llenos de aprecio, se dio cuenta de que se había enamorado de ella.
Parpadeó atontado dejando el lápiz de lado, se sintió estupido por haber caído por la veela. Jelka jamás lo correspondería, el era un torpe mago que deseaba ayudar animales, le costaba hablar frente a gente desconocida y no podía siquiera sostenerle mucho tiempo la mirada a Jelka.
Pronto el unicornio volvió a cambiar tranquilamente hacia el bosque y Jelka hacia el con una sonrisa tranquila, el vestido rozando el pasto y con su cabello rubio platinado flotando mágicamente detrás de ella. Newt se inquietó bastante, su corazón acelerado y las palmas de sus manos sudaban.
—¿Sucede algo, Newt?— Preguntó curiosa.
—N-nada.—Tartamudeó el mago. Jelka le dio una sonrisa tierna y dirigió su mirada al cuaderno del mago, Newt entendiendo su mirada le pasó el cuaderno.
—Siempre me sorprendo de que haya que alguien que dibuje tan bien como yo.— Dijo Jelka con orgullo. —Deberías aprender a pintar.—
—He tratado. Pero no es lo mío.
—Creo que es hora de que veas mis pinturas.— Comentó la veela de repente. Newt la miró sorprendido. —Newt Scamander, serás el segundo mago en entrar a mi estudio de pintura.—
••
El estudio de arte era la última habitación de la casa y la única en la que no había entrado jamás. Jelka le dio una pequeña sonrisa antes de abrir la puerta de madera y entrar a la habitación, Newt la siguió por detrás.
La habitación era grande, el olor a pintura fue lo primero que notó, luego que el cuarto parecía estar lleno de cuadros preciosos y mágicos, Newt creyó que debía de ser extremadamente difícil hacer que algo se mueva en una pintura. Vio a Jelka caminar hacia un sofá de color blanco y sentarse en el con delicadeza, sin dejar de mirarlo.
—Puedes mirar todo lo que desees, Newt.
Newt asintió lentamente y se dedicó a apreciar las pinturas de su nueva amiga. Había paisajes de todos los lugares del mundo que el pudiera imaginar, de animales mágicos o no mágicos, de magos y brujas que había visto en el pueblo y de veelas. Pintados todos con una mano delicada y con colores tan vivos que parecían estar allí mismo.
Le llamó la atención un cuadro medio escondido detrás de un escritorio de un mago desconocido, jamás lo había visto por el pueblo y no había fotos de él en la casa de la veela. Pero sabía que era un mago, podía ver su varita sobresaliente de su saco negro. Tenía el cabello negro como la noche y ojos grises, la mandíbula marcada y parecía alto y fornido, tenía un aura de oscuridad que no le gustó. El hombre del cuadro le dedicó a Newt una sonrisa altanera.
—¿Quien es el?— Preguntó con curiosidad.
Escuchó los pasos de Jelka acercándose a él, pronto la sintió colocarse al lado. Al ver su expresión, reconoció dolor y tristeza. Ella pareció titubear antes de contestar.
—Se llamaba Jon Andonov, era búlgaro.— Contó Jelka. —Lo amé cuando aún era joven y torpe.—
—Hablas de el en pasado...— Susurró apenado. Jelka sonrió triste.
—Yo lo amé pero el no a mi, me enamoró y se ganó mi confianza.— La mirada de ella parecía perdida en el recuerdo de su pasado, oscurecida por el dolor.— Luego robó una de mis plumas. No sabes los problemas que causó eso, las veelas nos cuidamos entre nosotras y somos vengativas, ellas hicieron de todo por recuperar mi pluma. Y lo hicieron, pero Jon murió en el trayecto.—
—Lo siento tanto, Jelka.— Dijo sincero Newt. —Es horrible.—
—Por eso no confiaba en los magos.— Le dio una mirada a Newt.—Hasta que llegaste, creo que eres bueno, Newt Scamander.—
Aquello alegró su corazón. A ella, le habían roto el suyo y se había permitido confiar en el. Jelka estaba cerca, tanto que Newt podía sentir la calidez irradiar de su piel. Sintió la loca necesidad de besarla en los labios y no soltarla jamás, apartó sus ojos de los de ella, demasiados sentimientos juntos, tal vez eran los poderes de la veela o porque tal vez estaba enamorado de ella. Al volver a mirarla, ella sonrió.
—Me siento contento de que confíes en mi.— Admitió el mago con timidez. Jelka a sonrió ampliamente y lo tomó de la mano.
—Vamos a hacer un poco de café, podemos sentarnos aquí.— Jelka dijo. —La vista es maravillosa.—
Newt asintió atontado y se dejó hacer por la veela.