El platinado buscaba aquella acogedora y pintoresca librería-café en Londres que había estado visitando en las dos ultimas semanas.
Había estado allí porque había escuchado de sus compañeros en el Ministerio de Magia que ahí hacían el mejor café que alguna vez pudieras probar, le había encantada el café pero le había encantado aún más la joven dueña de él. Segun había escuchado, ella se llamada Freyja, segun había visto era de su misma edad, con el cabello castaño y corto con ondas naturales y ojos azules, siempre sonreía a los clientes y era extremadamente dulce con ellos.
Se sentía como un tonto joven enamorado mientras caminaba por la vereda hacia el local, sus padres ni siquiera aprobarían que el visitara ese local muggle pero ella era tan bonita y el café de allí era tan delicioso. Al entrar de inmediato lo envolvió el olor a café, libros y pastelitos dulces.
No había mucha gente como esperaba, ya era bastante entrada la noche y la mayoría de las personas estaban en sus casas descansando, tan solo una pareja de jóvenes sentados tomando café y una chica leyendo un libro en uno de los puff. Vio a Freyja tomando el pedido de uno de los trabajadores del Ministerio en la barra, ella parecía escuchar atentamente lo que el mago le decía. Draco sonrió al verla feliz, a pesar de que magos veían allí con sus ropas poco comunes para los muggles nadie juzgaba. Parecía un lugar para ser uno mismo.
Se colocó detrás del señor y espero su turno, cuando el señor se dio la vuelta para ir a sentarse a su asiento vio quien estaba detrás de él y le dedicó al chico una mirada cargada de odio. Draco se sintió ligeramente mal, solían tratarlo mal por su pasado.
-¡Hola!- Lo saludó Freya alegre. -¿Como estás?-
-Hola.- Murmuró. -Bien, ¿y tu?-
-Super.- Freyja sonrió. -¿Que quieres hoy, rubito?-
Draco rio por el apodo que ella le había puesto hace unos días. Se sentía especial por aquel tonto apodo.
-Un café negro, por favor.- Dijo Draco.
-Enseguida.- Sonrió y se dio la vuelta para hacer el café del mago.
Draco se fue a sentar en una mesa para dos personas algo alejadas pero desde donde podía ver a la chica tararear detrás de la barra la canción que estaba sonando. Se veía concentrada mientras hacía el pedido, con el ceño ligeramente fruncido y la lengua entre sus labios. Se veía tierna. El platinado rápidamente bajó su mirada en cuento la chica dirigió su vista hacia el, Freyja se acercó con el café en mano y una sonrisa plasmada en su cara.
-Gracias.- Dijo en cuanto ella puso el café enfrente de el.
-De nada, cariño.- Dijo asintiendo. Draco se sonrojó ligeramente, ella solía tratar a los clientes así, con cariño. -¿Hoy no lees nada?-
La castaña sonaba curiosa, el chico rubio siempre venía de noche; pedía un café, buscaba un libro y se sentaba en la misma mesa. El era parte de ese grupo de personas que venían con ropa algo rara, pero el nunca venía con nadie así que nunca lo escuchó hablando de las cosas raras que ese grupo solía hablar.