Esa mañana hacía mucho frío, incluso con el grueso abrigo que tenía debajo de su capa, Neville podía sentir el frío calándole los huesos.
Solo quería llegar a la sala común y sentarse frente al fuego en lo que quedaba de su hora libre para calentarse un poco. Caminó apresurado por los pasillos de Hogwarts, su mochila le pesaba en el hombro derecho y el flequillo castaño le molestaba un poco la vista. El mago sintió como alguien agarraba su mochila y lo hacía detenerse con brusquedad, se preparó mentalmente para ver a Draco Malfoy y sus gorilas pero al voltearse solo vio a una sonriente bruja.
Empezó a mordisquear el interior de su mejilla, Teagan Abney agarró su mano y estiró de el. Neville sintió su corazón latir desbocado en su pecho al sentir la cálida mano de la bruja contra la suya, no entendía a donde lo llevaba pero no le importó. Era Teagan, la energética y sarcástica Teagan. Una de las pocas personas a las que podía llamar amiga. Una de las pocas personas que no lo creían torpe o estupido.
-¿Donde vamos, Teagan?- Preguntó tímido.
-¡Al bosque!- Dijo emocionada.
-¡N-no!- Mascullo deteniéndose. -Hace un frío para morir y no me gusta ese lugar.-
La morocha lo miró con el ceño fruncido. Sabía que su amigo era algo miedoso pero también sabía que podía ser valiente cuando se lo proponía. Como esa vez que se defendió el solo de Draco Malfoy, ella se había sentido tan orgullosa de él. Teagan quería mostrarle algo, unos pequeños bebés recién nacidos de Thestral.
-Pero Neville.- La chica colocó su mejor puchero en su cara. -Te quiero enseñar los pequeños Thestral recién nacidos.-
Neville la miró con una mueca. Esos animales eran una variedad de caballo alado con un cuerpo esquelético, un rostro de rasgos reptilianos y unas alas de aspecto curtido que recuerdan a las de un murciélago, eran de color negro y daban algo de miedo a los magos y brujas que eran capaz de verlos.
-Hace mucho frío.- Murmuró.
-Por favor.- Suplicó la morocha. -No quiero ir sola de nuevo.-
¿Como podía decirle que no si ponía esa tierna cara? El no podía, nunca tenia la fuerza ni la voluntad para negarle algo a Teagan y menos cuando ponía una de sus caras de súplica, con los ojos marrones bien abiertos, mirándolo con ternura y suplica, con sus labios en un tierno puchero y siempre tomándolo de la mano, acariciando la mano del chico y transmitiéndole su cariño con suaves caricias. Además, ¿como podía negarle algo a la chica que le gusta?
-Bueno.- Le dijo al fin. -Pero solo un momento, Teagan.-
-¡Eres el mejor!- Contestó contenta.