El fuego chispoteaba en la chimenea de la habitación de Draco Malfoy.
Habian pasado tan solo unas horas desde que todos los alumnos de la casa de Slytherin se habían ido a dormir, pero dos jóvenes magos seguían despiertos.
Tegmine Nott estaba sentada en la cama mullida con los colores de la casa de la serpiente, con sus manos sobre el sedoso cabello rubio platinado de su compañero mientras el pensaba en la manera de decirle lo que tanto le molestaba.
Se sentía nervioso, ansioso y con miedo de que la bella bruja lo juzgara. Frunció sus labios sintiendo las suaves caricias de su novia, ella no iba a juzgarlo. Sabía que lo quería de sobremanera y que no lo miraría con ojos malos. Sabía que siempre que mirara esos ojos azules encontraría amor y comprensión.
—¿Que sucede, Draco?— Preguntó Tegmine luego de un rato en silencio. —Dijiste que querías hablar de algo importante pero no dices nada.—
Soltó un pequeño suspiro. Cuando le había dicho que quiera hablar con ella en privado la hermana melliza de su amigo había pensado que rompería con ella, cosa que nunca se le pasaría por su mente hacer; y había alegado que prefería esperar a que todos estén durmiendo en sus habitaciones para hablar con ella luego de poner un hechizo para que nadie pudiera escuchar lo que sucedía dentro.
Se sentó en la cama quitando su cabeza del regazo de Tegmine y la miró con tristeza; parecía que se estaba ahogado y nadie podía salvarlo, solamente quería que ella lo supiera para no tener que cargar el solo con eso, había tratado de evitar contarle aquello pero ya no podía soportarlo. Había empezado a resquebrajarse bajo la enorme presión que el Señor Tenebroso estaba poniendo sobre él. No estaba seguro de su capacidad para cumplir con tan tamaña misión, y le aterrorizaba pagar, junto con su familia y su novia, las consecuencias de no cumplir con su misión.
Además Tegmine sabía que pasaba algo con el, Draco ya no hacía sus deberes, ya no jugaba Quidditch, ya no ejercía sus trabajos como Prefecto e incluso ya no molestaba a sus víctimas comunes, y principalmente, la estaba ignorando demasiado. Odiaba tanto verla preocupada cuando le preguntaba que sucedía con el.
—Prométeme que nada cambiará entre nosotros cuando te diga esto.— El murmuró. La joven frunció su ceño. —Prométemelo, Tegmine.—
—¿Que?— Preguntó ella confundida. —¿Acaso me fuiste infiel?—
—Por Merlin, no.— Draco dijo. Mordió su labio superior con fuerza, su corazón latía con fuerza contra su pecho ante la probabilidad de que ella lo dejara. —Soy un mortifago. Adquirí la marca este verano.—
Ella lo miró con un poco de sorpresa, luego sonrió con dulzura y colocó su pequeña mano en su mejilla. Ya no había sorpresa en su mirada, había comprensión y cariño. Quiso llorar ahí mismo, sintiendo las lágrimas formándose detrás de sus párpados, cerró los ojos para evitar llorar de nuevo.
—Ya lo sabía, cariño.— Susurró ella. Draco abrió sus ojos con sorpresa. —Lo sospeché cuando no dejabas ni siquiera que te tocara ese brazo y tratabas siempre de mantenerlo cubierto, y lo confirmé cuando empezaste a evitar el sexo.— Ella soltó una pequeña risa. —¿Cuando tu te haz negado al sexo?—
El la miró con pena.
—Lo siento...— El mago se disculpó.— Sé bien lo que opinas de los mortifagos y ahora yo soy uno de ellos... no te culparía si quisieras dejarme.—
—No me digas eso, no te dejaré nunca, pequeño tonto.— Tegmine se inclinó y le dio un efímero beso en sus labios. —No te sientas mal por tu marca, cuando se trata del Señor Tenebroso no hay como escapar de eso.—
—Hay más.— Admitió el mago. Su novia lo miró con atención. —Me dio una misión... algo que no sé si seré capaz de hacer y que me está por volver completamente loco.—
—¿Que es?
—Tengo que matar a Dumbledore.— Soltó el rubio.
Su novia abrió los ojos como platos y ligeramente abrió su boca con sorpresa. Sus ojos miraron a otro lado y luego lo miraron a él con el ceño fruncido en preocupación.
—Tu eres bueno pero... eres un adolescente.—Tegmine dijo con lentitud.—Dumbledore es el mago más poderoso que existe, Draco.— De repente, los ojos de su novia se llenaron de lágrimas.—El podría matarte.—
—No puedo dejar que algo le suceda a mis padres.— La voz de Draco sonó en un susurro.—O a ti.— Al hablar de nuevo, su voz se quebró y sus ojos ya no pudieron aguantar las lágrimas, las dejó caer por sus mejillas.—Tengo miedo, Tegmine.—
—Ven aquí, cariño.— La pelinegra dijo con suavidad, ella se recostó en el respaldo de la cama, colocó la cabeza de el contra su pecho y acarició su suave cabello, abrazó a Draco con todo el amor que tenía. —Todo estará bien... podrás hacerlo, tus padres y yo estaremos a salvo.— El rubio soltó un sollozo.—Estaremos bien, cariño.—
Se sentía bien llorando entre los brazos cálidos de Tegmine, se sentía protegido y entendido. Amaba poder tener a esa joven bruja a su lado, no sabía si podría aguantar estar solo... prácticamente solo la tenía a ella allí. La amaba y se sentía tan agradecido por ser su novio.
Debía hacerlo, debía de tener fuerzas y lograr lo que el Señor Oscuro le había encomendado para mantener a su familia y a su amada Tegmine a salvo. No se perdonaría nunca si algo les llegara a suceder a sus seres queridos.