El hecho de que los alumnos de la mejor escuela de magia y hechicería del mundo tuvieran que crear un grupo secreto para aprender a defenderse para la inevitable guerra que sabían que venía era algo estupido e inaceptable.
Se supone que ellos debían estar en clases de Defenza Contra las Artes Oscuras aprendiendo hechizos para luchar contra el mal con la profesora o profesor explicándoles las técnicas y las posiciones correctas con toda la paciencia posible.
Pero no, gracias a Dolores Umbridge no podían tener una educación adecuada, prohibiendo el uso de varitas en clase y solo enseñando la teoría. Pero gracias a Merlin ellos tenían a Harry Potter, quien estaba más que dispuesto a enseñarles y a ayudarles a prepararse para lo peor.
Era un buen profesor, realmente lo era. Dando palabras de aliento a todos y si alguien tenía problemas yendo personalmente a ayudarlo. Tenían suerte de tenerlo y de aprender de él.
La clase del día era el encantamiento patronus que conjuraba un espíritu guardián mágico, unos cuantos alumnos ya habían conjurado el suyo mientras Dalia luchaba al lado de Hermione, solamente lograba que salieran hilos de luz plateada de su varita y nada más.
—Piensa en tu recuerdo más feliz, Dalia.— Hermione le dijo sonriendo y la mencionada asintió lentamente. —Un recuerdo fuerte y feliz, si es un recuerdo débil no lograrás hacer un patronus corpóreo de forma exitosa.—
La bruja de cabellos alborotados ya había conjurado el suyo, con un poco de dificultad debido a lo avanzado que era el encantamiento pero lo había logrado de todas formas. Una bonita nutria había salido de su varita, corriendo por la Sala de Menesteres. Dalia no había podido estar más orgullosa de su amiga al ver lo que había logrado, pero ella parecía no poder encontrar un recuerdo lo suficientemente fuerte para lograr un patronus corpóreo.
Dalia soltó un suspiro y desajustó su corbata de color dorado y rojo, buscó en su memoria su momento más feliz mientras mordisqueaba su labio inferior. ¿Era el día en que sus padres la dejaron en la estación para ir a Hogwarts por primera vez? No, no era tan feliz. ¿Acaso era la vez que estaban en la sala común con Ron, Hermione y Harry, riendo a carcajadas por alguna tontería? Podía ser, pero sabía que había algún recuerdo en su mente que era aún más feliz que ese bonito recuerdo de sus amigos.
Miró a Hermione, quien miraba la liebre de Luna Lovegood corretear entre los alumnos. El recuerdo llegó a su mente como un rayo al ver la sonrisa de la bruja y logrando que se sonroje.
No era una memoria extravagante pero esa noche Dalia había sido tan feliz.
La torre de Astronomía de noche era algo que Dalia amaba, y una noche había arrastrado a Hermione con ella para ver las estrellas que iluminaban el cielo nocturno, en una de sus tantas aventuras secretas a las que Dalia había convencido a Hermione de ir.
No había sido difícil convencer a la Granger de escaparse a deshoras de la Sala Común ya que Hermione siempre había tenido una debilidad por la aventurera Dalia, diciendo que si a prácticamente todo que salía de los labios rosados de la bruja así que cuando la castaña con puntas rubias le había dicho su plan había aceptado casi inmediatamente.
Habían caminado por los oscuros pasillos tomadas de la mano y tratando de no hacer ruido hasta llegar a la Torre de Astronomía, donde se sentaron cerca del borde para apreciar el cielo arriba de ellas.
Dalia había hablado sobre las estrellas que iluminaban el cielo nocturno, señalando las constelaciones mientras su amiga la miraba con añoro, prácticamente ignorando sus palabras para dedicar su atención al rostro de Dalia.
No era secreto que entre ellas había algo, nadie sabía que era exactamente, ni siquiera ellas dos. Tan solo sabían que la una tenía sentimientos por la otra sin la necesidad de admitirlo en voz alta, aunque hacerlo se sentiría bien.
Ni siquiera se había dado cuenta cuando dejó de hablar hasta que Dalia había dicho algo.
—¿Acaso yo te gusto, Mione'?— Había dicho Dalia con una sonrisa logrando que Hermione abra los ojos como platos y alejándose de ella un poco, el sonrojo apoderándose de sus mejillas.
—Y-yo...
—Porque tu me gustas.— Continuó la bruja antes de que la otra responda.
—Tu también me gustas, Dalia.— Susurró Hermione.
Dalia había sonreído y bajo la luz de las estrellas había besado a Hermione Granger por primera vez, con lentitud y delicadeza, un beso inocente, puro y corto. Al separarse habían sonreído tontamente y luego Dalia había recostado su cabeza en el hombro de la bruja para seguir admirando las estrellas.
Ese debía ser su recuerdo. Lo sentía dentro de ella.
—¡Expecto Patronum!— Vociferó Dalia.
Un hilo plateado salió de su varita tomando la forma de un perro peludo translúcido de brillo blanquecino, desconocía la raza del animal por completo pero poco le importó. Dalia rio emocionada al ver al patronus corpóreo caminar a su alrededor, demostrando su esplendor y su belleza.
Cuando el perro desapareció por completo unos brazos la rodearon, al ver el cabello alborotado supo que era Hermione quien la abrazaba con fuerza, enseguida le devolvió el abrazo.
—¡Estoy muy orgullosa!— Dijo al separarse de la bruja. —¿En que pensaste?—
—En esa noche en la que nos escapamos a media noche a la Torre de Astronomía.— Respondió con una pequeña sonrisa y en un tono de voz bastante bajo, esperando que solo la bruja delante de ella escuchara. —No sabes lo feliz que fui ese día.—
Una sonrisa tonta se colocó en los labios de Hermione al escucharla decir eso.
—Yo también pensé en esa noche.— Admitió sonrojada Hermione en el mismo tono de voz que uso la bruja frente a ella.
Dalia sonrió levemente y tomó la mano de Hermione, dándole un ligero apretón y luego ambas de dirigieron a Neville, quien luchaba para conjurar su patronus corpóreo.