CAPÍTULO I: AGRAMON

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Estaba en cuclillas en aquel rincón tratando de impedir que mi vómito saliera. Estaba asqueado, asustado y completamente despierto. Nunca me había sentido tan vivo como en ese momento; por desgracia no era una sensación placentera. Sabía que mi cuerpo estaba alerta para poder huir en cualquier momento. Mi visión mejoró considerablemente, mi oído se agudizó y mi olfato se había acostumbrado al fuerte olor ferroso. Mis músculos palpitaban con fuerza y mi corazón bombeaba con tanto ímpetu que claramente podía escuchar sus latidos en esa silenciosa habitación y sentir mi propia sangre queriendo salir de mi cuerpo.

Me puse de pie con dificultad dejando escapar un par de eructos amargos que anunciaban náuseas y mareos. Necesitaba vomitar, pero no lo haría, no en la escena del crimen. Había visto tantas series en las que el criminal era atrapado gracias al ADN que se encontraba en la sangre, semen, sudor y cabello... No estaba seguro si el vómito entraba en la lista, pero no correría el riesgo. No podía ser atrapado ahora que había asesinado al primero de muchos más.

No DEBÍA ser atrapado.

Miré a Randal Goodweather a los ojos. No podía creer que lo había hecho. Me había colado a su casa por una ventana, lo había esperado toda la noche en la oscuridad y le había acuchillado varias veces hasta que se dejó de arrastrar y sus débiles gritos lanzados al vacío dejaron de existir.

No DEBÍA ser atrapado.

Había dado el primer paso. El primer GRAN paso. Después de esperar afuera de su casa por varios días, dándome fuerzas para hacerlo, lo hice. Aproveché el momento.

DEBÍA matarlo y no era una opción.

Tengo que admitir que esa fue la parte sencilla. La cocaína había servido para permitirme estar despierto y el alcohol me ayudó con el valor, pero ambos me abandonaron debido a tanta adrenalina que mi cuerpo liberaba.

―¿Y ahora? ― me dijo una voz en mi cabeza.

Me quité la mochila y busqué el cierre para abrirla. En ese instante pude notar mi enguantada mano temblando como nunca lo había hecho. Puse mis dedos sobre el cierre y lo jalé con dificultad.

¿Qué estaba haciendo?

La sierra esperaba pacientemente dentro de la mochila; la tomé y la extraje sin dejar de temblar. Tenía que desaparecer el cuerpo de Goodweather y sabía que tenía tres distintas maneras posibles de hacerlo: quemar el cuerpo, destazarlo o arrojarlo al mar, el cual estaba a cientos de kilómetros de distancia de mi ciudad, así que, a pesar de ser mi opción preferida, tuve que dejarla de lado.

Me tomé un momento para respirar y relajarme, cosa que resultó ser muy difícil con ese cadáver que de alguna manera me seguía con sus ojos en blanco.

―Lo siento ―le susurré a Randal mientras me acercaba lentamente sosteniendo la sierra, con los ojos llenos de lágrimas y sintiendo el estómago en la garganta.

Si le prendía fuego, el olor podría llamar la atención de algún buen samaritano con sueño ligero que alertara a los demás, por lo que tampoco era una buena opción.

Destazar el cadáver me parecía algo extremadamente grotesco, pero era la opción viable porque podía transportar con más facilidad las partes en bolsas y arrojarlas en algún basurero o en alguna bodega abandonada, dárselas de comer a puercos e incluso sepultarlas.

En realidad no tenía idea de qué estaba haciendo y eso me aterrorizaba.

Comencé a serrar una de las piernas. Necesité de una voluntad sobrehumana para mover la sierra de arriba a abajo, pero lo logré, el problema fue el hueso. Nunca pensé que fuera tan duro de cortar. Pasaron fácilmente cinco minutos y no tuve ningún progreso con la sierra, cosa que me llevó a intentar con otra extremidad. Esta vez elegí el brazo izquierdo, el cual me resultó igual de imposible de separar del torso.

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