CAPÍTULO XXXII: ABRAXAS

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Me encantaría decir que el capítulo de Patrick Reilly había concluido. Esperaba no tener que ocupar mis pensamientos en lo mucho que me hubiera gustado asesinarlo de una forma más grotesca, pero el maldito me había dejado una terrible sorpresa en mi casa.

Magnus fue el primero en entrar al sótano de la casa de Patrick. Era acompañado por al menos dos docenas de hombres armados y equipados con bonitos uniformes negros en los que resaltaba las siglas "S.W.A.T". Era increíble la coordinación con la que trabajaban... Tan increíble que para una persona supersticiosa, ese trabajo en equipo, producto de entrenamiento puro, podía deberse únicamente a algún tipo de telepatía.

―¡Un médico! ―gritó Abraham al ponerme boca arriba.

―Li-Lindsey... ―susurré con dificultad debido a las nauseas producidas por el rohypnol mermante en mi sangre. En mi mano derecha estaba el celular de Ben y me aferraba a él como si de eso dependiera mi vida.

―¡Despejado! ―se escuchaba desde diferentes partes de la casa―. ¡Tenemos a la niña! ¡Está con vida! ―gritaron por fin.

Quise incorporarme, pero Magnus me lo impidió al colocar su mano derecha contra mi pecho.

―Esperemos a los paramédicos... ―Al decir esto, dos hombres jóvenes vestidos de blanco irrumpieron en el sótano.

"¡Mierda!" fue lo que exclamó uno de ellos al ver el cuerpo de Patrick flotando en un enorme charco de sangre. El otro se acercó a Benedict y Magnus me dejó a cargo del sujeto que maldecía.

―Lo siento, capitán... Está muerto ―le comunicó después de tomar sus signos de tres maneras diferentes.

Magnus me miró con unos ojos que expresaban un profundo pésame y yo rompí en llanto. Estaba arrepentido por asesinar a un inocente, lo que me hizo comprender las últimas palabras de Patrick: "Mírate". No podía creer la capacidad que tenía para romper mis propios límites y llevarme todavía más allá con el propósito de conseguir mis objetivos.

―Salgamos de aquí ―me solicitó Abraham pensando erróneamente que mi llanto era por el sufrimiento que me causaba la pérdida de un ser querido.

―Quiero ver a mi hija ―le pedí.

―La verás en la ambulancia ―respondió el paramédico―. Pronto podrán irse a casa.

―¡Ci-Cinthia!... ―grité de golpe. Abraham Magnus me miró nervioso y rápidamente hizo una llamada.

* * *

Luché contra los paramédicos, alegué como nunca lo había hecho en mi vida y gané a cambio de una muestra de sangre y del uso de un cabestrillo para mi brazo izquierdo... Me arrepentí de esa victoria cuando llegamos a mi casa; atravesamos la puerta principal como flechas y encendimos la luz.

En el suelo yacía Cinthia flotando sobre la sangre que manaba de su pecho. Tenía uno de mis cuchillos de cocina más largos clavado en el corazón.

Todo era mi puta culpa.

No eres culpable, Nick...

~Sí lo es. Puso en peligro a todos los que lo rodean por ser tan descuidado...

Coincidía con mi monstruosa voz. El camino que había escogido no sólo ponía en riesgo mi vida, sino que ponía en riesgo la de un puñado de personas más y se argumentaba fácilmente con una observación: en un día habían muerto Ben, Patrick y Cinthia, por no mencionar que mi hija estuvo en peligro de terminar con el mismo destino.

Los ojos de Cinthia estaban en blanco, su boca estaba abierta y a través de esa expresión pude percibir el miedo que sintió al ver a un hombre entrar a la casa, acercarse a ella para eliminarla y así poder secuestrar a Lindsey.

―No, no, no... ¡NO! ―Magnus me detuvo y yo lo empujé, lo que ocasionó que un par de agentes me cerraran el paso y me detuvieran por el pecho. Sabía que no debía mover el cuerpo para no contaminar la escena, pero algo dentro de mí quería abrazar a Cinthia y rogarle que me perdonara por haber provocado su muerte.

Lo necesitaba.

Fui sacado a rastras de mi propia casa. Los vecinos curiosos y en pijamas se aglomeraban poco a poco al otro lado de la cinta amarilla colocada a un metro de distancia del jardín delantero. Sus miradas estaban puestas en mí. Fui subido a la patrulla y noté que empezaban a murmurar y a apuntarme con el dedo. En ese momento me arrepentí de haber matado a Patrick Reilly de un disparo

~Debimos despedazarlo vivo.

Necesitaba matar a alguien para expulsar toda la furia que me invadía hasta la médula. Miré mi celular y un mensaje nuevo me esperaba.

"Brent Harper. ¡Vamos, Phoenix!".

Y como número final del Castrador

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Y como número final del Castrador...

A esos lectores que dejan su voto y comentarios, quiero darles las gracias por seguir acompañándome hasta este punto y tomarse la molestia de participar. A aquellos fantasmillas también quiero darles las gracias por seguir leyendo. 

Esto todavía no termina, lectores. Les garantizo que todavía les tengo sorpresas bajo la manga.

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