CAPÍTULO XX: BEHEMOTH

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―¿El corazón? ―le pregunté a Patrick mientras este abría el pecho de Michael en la fosa que yo había preparado tiempo atrás para él, cuando lo llamaba "El Castrador".

―Sí, él quería un bebé, el corazón debe ser el origen de su corrupción.

―¿No sería más acertado comerte sus genitales?

―No; él no lo hizo por sexo, lo hizo por un deseo paternal ―aseveró Reilly.

Lo comprendí. Michael Watson ansiaba dejar de ser estéril. Estaba obsesionado con esa idea; incluso había preparado ya una habitación para cuando su contrato terminara. Una habitación a la que, podía apostar, iba al finalizar cada infanticidio para llorar de alegría sobre la cuna, en la que dejó un rastro de sangre de sus pequeñas e indefensas víctimas anteriores que lo acercaban a su meta poco a poco.

―Pero cuéntame... ―solicitó Patrick cortando las costillas con unas tijeras largas para podar y así poder retirar la placa del pecho para ir a por el corazón―. ¿Cómo te fue con él?

―No quiero hablar sobre eso. ―Empezaba a amanecer. Los rayos solares anaranjados eran hermosos y prefería mantener mi mente ocupada con ellos en lugar de la asquerosa tarea que realizaba Patrick.

―¿Sobre nada? ―insistió.

―Mañana llamaré a la policía. En el sótano de Michael quedaron dos cuerpos que merecen un entierro decente.

"No seas idiota" ―me respondieron ambos Patricks, el real y el de mi mente.

―¿Perdón?

Reilly salió del agujero sosteniendo el corazón de Michael en su mano derecha y se acercó a mí.

―Si haces eso, las medidas que tomaste para desaparecer el cadáver de este imbécil serán inútiles y comenzarás una cacería en contra de nosotros.

―Pensé que estabas gustoso de ser mi compañero y que estabas dispuesto a correr riesgos ―le recordé.

―Sí; siempre y cuando sea por un error que alguno de nosotros cometa, no por ninguna estupidez no premeditada.

―No puedo dejar esos cadáveres pudriéndose en ese sucio y oscuro sótano...

Supongo que estaba confundiendo los conceptos ya que sí "podía" hacerlo, pero algo dentro de mí no "quería" dejarlos ahí mientras los familiares morían de ansiedad por ignorar el destino de la pobre joven.

―Los encontrarán tarde o temprano. Por el momento es mejor mantenernos al margen de esta situación, Morgan.

Me pregunté en qué momento de la vida yo tendría la razón al momento de debatir algo.

Ambos comenzamos a sepultar el cadáver de Michael Watson en esa parte abandonada e inhóspita a las afueras de la ciudad. En la fosa también estaba la ropa que vestía, su celular sin batería, la cual, yo mismo, había retirado en su propia casa en caso de que la policía rastreara el último lugar en el que estuvo el aparato encendido (o yo qué sabía), y el cuchillo con el que le quité la vida.

―Regresemos ―le pedí a Patrick mientras guardaba mi pala en su cajuela, él me pidió un momento y se dio la vuelta para empezar a comerse el corazón de Watson.

Las laceraciones que yo le había provocado durante aquella riña en casa de Louis comenzaron a sanar lentamente conforme Patrick mordía ese órgano bañado en sangre. Desvié mi mirada, subí a la furgoneta y centré mi atención en el enorme soporte para cables de alta tensión.

―Lo lamento ―dijo al subir a la furgoneta―, tenía que hacerme cargo de él antes de que se pudriera o Mefisto sabe qué hubiera pasado.

Yo asentí. Resultó ser más repugnante de lo que imaginaba. Patrick devoraba la carne cruda y a él parecía no importarle, incluso se limpiaba la sangre que bajaba por sus mejillas con delicadeza como si fuera una actividad sofisticada y grata.

* * *

Anexé el contrato a mi carpeta. Ahora tenía tres hojas amarillentas firmadas con sangre. Revisé lo demás y separé las cosas en dos montones: de lo que debía deshacerme y de lo que no, dejando en el primer montón guantes de látex, gorro y cubrebocas, lo demás lo podía guardar en mi baúl a la espera de volverlo a usar.

Había mucha sangre sobre el overol y el mandil. Eso me dio una bofetada y me hizo poner los pies sobre la tierra. Pensaba que por haber controlado la situación y usar un espacio específico para matar no dejaría rastros, pero la sangre era una maldita soplona.

Tomé el celular desechable y llamé a Patrick Reilly.

―Dime ―respondió.

―Necesito veneno...

―¿Veneno? ―asentí olvidando que él no me veía―. Sí..., tengo algo que puede ayudar. Pasa por mi casa en la noche.

Colgué y miré mi otro celular que marcaba las diez cuarenta y dos de la mañana. Tenía un mensaje sin leer.

"Samantha Hope, Sunshine Hills."

Les confesaré mi sueño más grande

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Les confesaré mi sueño más grande.

Si algún día mi novela la convirtieran en serie (#netflixhazmecaso), me encantaría poder escoger la música y, mi primerísima opción sería la banda que estoy por mostrarles. Les dejaré la canción emblema de la novela y la del promo.

Aquí la canción del promo:

EL PACTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora