CAPÍTULO XXVIII: FORNEO

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―Entonces... ¿Quién es la siguiente víctima? ―preguntó Patrick mientras me servía un enorme bistec acompañado de puré de papa.

―No he recibido el nombre de nadie. ―Después de decir eso me metí un enorme trozo de carne a la boca para no hablar por lo menos dentro de tres minutos.

―¿Ninguno?

Negué con la cabeza.

―¿Estás seguro que teníamos que matar a Samantha Hope?

Asentí y me metí otro enorme trozo de carne seguido de una cucharada de puré.

―Entonces debiste de haber recibido un mensaje...

Tragué rápido para tratar de tranquilizar a Patrick con una idea que me había surgido.

―También estoy ansioso por saber cuál será nuestra siguiente víctima, amigo ―"nuestra", "amigo"; tenía que hacerle sentir confianza y para eso bastaba con hablar como si fuera él―, pero tal vez Mefisto nos esté buscando a alguien cercano o... ¡No sé!

―Llámalo...

―No creo querer hacer eso... ―Era una idea estúpida y terrible―. Verlo tres veces fue suficiente...

―Entonces tienes que...

―Patrick, vine a cenar contigo para relajarnos un rato y hablar sobre nosotros..., tal vez ver el partido. ¿Podríamos dejar de hablar sobre Mefisto?

―Lo que sea por ti, Nick ―me sonrió.

―¿Cómo sigues de tu enfermedad?

―Poco a poco van cerrando muchas heridas y mi piel comienza a ser más fuerte. ―Se notaba que tenía problemas para no mencionar nada sobre los asesinatos o Mefisto.

―Me alegra mucho, amigo. ―Y realmente me alegraba que Mefisto le estuviera cumpliendo con lo que prometió porque eso significaba que a mí también me cumpliría.

―¿Qué hay de Lindsey?

―Todo marcha bien. El próximo sábado celebraremos su décimo cumpleaños y estoy ansioso por pasar ese día con ella y consentirla.

―Espero estar en la lista de invitados. ―Sonaba a que estaba bromeando, pero yo sabía que de verdad deseaba estar presente en el cumpleaños de la hija de su "mejor amigo" al que le había salvado la vida.

―Patrick..., no sé si sea una buena idea que hagamos pública nuestra amistad...

―Entiendo... ―dijo con total desilusión.

Él pensaba entenderlo, pero no lo hacía. Vernos juntos significaría que había un vínculo entre nosotros y, si lo mataba y lo encontraban, podrían relacionarlo a mí, poniéndome en la mira.

―Pero... ¿Qué tal si un día de estos salimos tú, Lindsey y yo a cenar? ―estaba explotando una de sus debilidades más grandes: su vulnerabilidad social y urgencia de tener relaciones afectivas con otras personas.

El reloj del microondas de Patrick marcó las nueve de la noche, me puse de pie y le agradecí por la cena.

―Tengo que ir por Lindsey. Lo siento.

―Adelante; espero que te la hayas pasado bien.

―Sí, la cena estuvo muy buena ―y además había copiado las siluetas de sus llaves en un molde de plastilina protegido por una cajita de aluminio.

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