CAPÍTULO XXXV: ALOUQUA

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Una puta nota era lo que Sharon había dejado atrás, hace cuatro años. Una PUTA nota en la que simplemente me decía que estaba harta de vivir como vivíamos y de culparme por no poder darle un mejor estilo de vida lleno de lujos y viajes. Ella simplemente se había fugado con un sujeto que conoció en un bar, dejando atrás esa nota y a Lindsey, a quien ella llamó "mi capricho" y "lastre".

Cuatro años después, tenía el descaro de presentarse en mi vida nuevamente y algo en mi interior sabía perfectamente que buscaba joderme y joder la vida de mi hija.

―¿Qué mierda haces aquí, Sharon? ―mi tono de voz hizo que el otro bulto bajo las cobijas se incorporara.

―¡Vamos, Nick! ¿No te alegra verme? ―Sharon se puso de pie y me di cuenta de su desnudez total.

―Yo... Yo... ―Siempre supe que Sharon me tomaba por un sujeto sumiso y débil y siempre soñé con el momento en demostrarle que se equivocaba, pero incluso ahora que era un asesino y que me encantaba tener el control de cualquier situación no podía hacer nada para restregarle en la cara lo descarado que me había vuelto. Mis voces se callaron y mi personalidad dominante sufrió un colapso, haciéndome quedar como un niño indefenso ante un bully.

―No has cambiado nada, Nicky.

Perra.

Su acompañante no dejaba de mirarme con una mirada penetrante y escrutadora. Al parecer no le incomodaba estar semidesnudo frente a un desconocido y eso me ocasionaba incomodidad a mí.

―¿Q-qué haces aquí, Sh-Sharon? ―Tenía cierto miedo, pero no sabía de qué―. ¿C-cómo entraste?

―Chase y yo decidimos pasar a hablar contigo, Nicky, pero como no estabas le invité a entrar. Él pagó a un cerrajero.

Zorra.

―Es un placer conocerte, Nicholas ―Chase se puso de pie dejando a la vista su abdomen perfectamente moldeado y me extendió su mano en la que pude notar un hermoso anillo de oro con incrustaciones de diamantes―. Soy Chase Leighton ―estreché su mano y recibí un impetuoso apretón.

―¿Debo asumir que es para hablar sobre la muerte de Ben? ―le cuestioné.

―Una total desgracia ―respondió con cierta ironía en su voz―, pero no estoy aquí por él. Ya está muerto y no hay nada que se pueda hacer.

El sol comenzó a bañarnos con unos débiles rayos que se filtraban por la pequeña ventanilla del baño hasta mi habitación, lo que pareció motivar a Chase a vestirse por completo para poder virar a la cama y tenderla.

―Está bien así, Chase. Yo me encargaré.

―¿Seguro? Es lo menos que puedo hacer por prestarnos tu habitación.

Lo menos que podía hacer era incinerar el juego completo de sábanas y comprarme uno nuevo. No pensaba dormir y taparme con esas sábanas que rozaron su pene y que fueron testigos de una noche sexual entre él y Sharon. La conocía y sabía que le excitaba tener relaciones en lugares en los que existía el riesgo de ser atrapados.

―Sí. Seguro ―y después de decir esa mentira los invité a pasar a la cocina a beber café, de esa manera los acercaría más a la puerta que daba a la calle y suponía que eso me facilitaría el correrlos de mi casa.

―No pude evitar ver las fotografías de tu hija, Nicholas. Es un verdadero encanto viviente como me lo ha platicado Sharon ―comentó el musculoso Chase mientras se detenía en el pasillo a admirar la infinidad de fotografías en las que aparecía Lindsey.

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