CAPÍTULO XXVI: ASIMA

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―¿Qué te gustó más del asesinato? ―me preguntó Patrick extasiado mientras conducía su camioneta hacia las afueras de la ciudad. Los cuerpos forrados de plástico negro se movían y saltaban en la parte trasera.

―Nada, Patrick. No hago esto por placer.

Le estaba mintiendo y pretendía engañarme. Me había encantado la sensación de clavar la jeringa con fuerza en el corazón de Tanya y sentir el émbolo deslizándose suavemente hacia abajo para expulsar el cloruro de potasio.

Yo no era un monstruo.

»Sabes que lo somos, Nicholas. No te engañes.

―Pues a mí me gustó el sexo, pero tengo que admitirlo ―se humedeció los labios y me miró―, matar a su guardaespaldas fue lo mejor.

Una vez muerta la victima principal, Patrick y yo discutimos sobre lo que haríamos con el orangután sedado. Yo no pensaba en matarlo, pero mi nuevo amigo vio en esa opción la única salida viable y se ofreció a hacerlo. Mi error fue permitírselo porque, como se lo había explicado a Louis antes de matarla, yo tenía a alguien que me mantenía en la luz. Patrick no.

Bajamos de la camioneta y nos dirigimos a la puerta trasera para bajar los cadáveres. Reilly apagó el GPS con las coordenadas y lo metió en su bolsillo. Era anticuado usar ese aparato en la actualidad, pero nos permitía conducir a oscuras a través de un camino predefinido.

La tumba estaba lista para recibir a Sam y a su esbirro.

»¿Crees que ese sujeto le haya ayudado a la perra a cazar a sus víctimas?

Era probable. Tal vez estaba enamorado de ella o tal vez se le pagaba muy bien por hacerlo. Nunca lo sabríamos.

―Y salvarte.... Nunca estuve tan emocionado ―Patrick era como un niño atrapado en un recuerdo feliz del que no podía ni quería escapar―. Casi te matan, amigo.

―Gracias. ―Era la vigésima vez que se las daba, y eran agradecimientos honestos―. Terminemos con esto, Patrick.

Arrojamos los cadáveres con sus pertenencias al agujero. Los celulares no tenían batería y estaban despedazados, así como nuestras almas. Patrick bajó con su bisturí en la mano, abrió el plástico negro y dejó al descubierto el rostro de Tanya, el cual desprendió con mucho cuidado, como si fuese una máscara delicada, para comerlo de inmediato. Algunas heridas visibles sanaron al instante después de la grotesca cena.

* * *

Eran las siete de la mañana y las chicas seguían dormidas. El domingo prometía ser un día hermoso y podía apostar mi vida corrompida a que Lindsey querría salir por la tarde.

Entré con mi mochila y me dirigí a mi habitación sin hacer ningún tipo de ruido para no alertar a Cinthia y evitar que me viera vestido sospechosamente de negro. La seguridad de mi habitación me esperaba con los brazos abiertos y con las luces apagadas.

"Entra. Cuéntame qué pasó y trataré de hacerte sentir mejor". Mi imaginación le daba vida a ese amplio espacio y me gustaba. Me sentía comprendido, protegido y querido.

Entré y cerré la puerta. Estaba aislado del mundo por fin.

Dejé caer mi mochila cerca de la cama, saqué mi baúl y trasladé todas las prendas y objetos del interior de la mochila al interior de esa caja antigua. El overol estaba lleno de tierra, pero no había rastro alguno de sangre. Me sentí orgulloso y Patrick liberó una risita de aprobación.

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